Alfonso Armada: Lidiar con la verdad

Cuando en 2012 me despedí del Máster de Periodismo ABC-Universidad Complutense de Madrid porque volvía a vivir a Lima, el entonces director de la escuela, Alfonso Armada, me preguntó: «Después de diez años aquí, ¿qué te sigue llamando la atención de España? ¿Cuáles crees que son los problemas más serios que tiene este país como sociedad?»

Alfonso es un grandísimo reportero, corresponsal para diversos medios en Nueva York, varias ciudades de África y Sarajevo (en 2015 publicó un libro sobre su paso por esta última ciudad y su famoso conflicto, que lastimosamente aún no he podido leer); además de fundador de una revista digital en la que he colaborado en un par de ocasionesFronteraD. Durante su última etapa en el diario ABC, que acabó en marzo de 2017, dirigió el suplemento ABC Cultural.

Fue Alfonso quien me invitó a enseñar en el máster, donde dicté Crónica y reportaje durante tres años, y le estaré agradecido siempre por haberme brindado una de las experiencias más gratificantes y educativas de mi vida como periodista.

He mencionado esto varias veces en conversaciones con amigos y colegas, pero creo que nunca lo he dejado por escrito. Más allá del cliché de que el profesor aprende de sus alumnos tanto como ellos de él, lo que sí es cierto es que dictar un curso sobre aquello en lo que uno trabaja, sobre aquello a lo que dedica su día a día, es una escuela estupenda porque obliga a ver el propio trabajo con cierta perspectiva, a reflexionar sobre lo que hace en lugar de solo hacerlo, que es lo que ocurre casi siempre cuando uno se dedica a tiempo completo a un oficio tan demandante como este.

Durante esos tres años en el máster, hablamos bastante de esto último con Alfonso y otros profesores de la escuela, en particular con William Lyon, un periodista y editor norteamericano afincado en España desde hace décadas y autor de un pequeño e indispensable manual de escritura periodística.

Pero, además de todo eso que cuento párrafos arriba, Alfonso es un hombre tranquilo, al que muy pocas veces he visto u oído decir una frase más alta que otra, pese a que durante los tres años que enseñé en el máster nos veíamos por lo menos una o dos veces por semana y compartimos infinidad de charlas, discusiones y cañas. Esa calma para mí, preso de la vehemencia natural de mi carácter y el ímpetu de mis años 20, era una cualidad rara, que me despertaba a partes iguales admiración y extrañeza.

Ese día de abril de 2012, Alfonso me acompañaba de camino a la puerta, cuando con su sosiego habitual y esos ojos pequeños repletos de curiosidad que lo asemejan a Tintin, disparó la pregunta con que empecé: «Después de diez años aquí, ¿qué te sigue llamando la atención de España? ¿Cuáles crees que son los problemas más serios que tiene este país como sociedad?»

Me quedé pensando un rato, creo que mientras andábamos y dejábamos atrás el salón de clase, pegado a la redacción del diario, nos topamos con algún otro profesor y/o periodista, intercambiamos las cortesías habituales, y proseguimos el camino hacia la salida. Hasta que volteé y le dije, más o menos, lo siguiente: «La verdad. Lo que más me sorprende de España son los enormes problemas que su sociedad y sus intelectuales tienen para lidiar con la verdad. Es este un país que le rehuye de forma infantil a la verdad». Un tema, por cierto, al que Ramón González Férriz, entonces editor de Letras Libres en Madrid, y yo dedicamos miles de horas de charla y gintonics.

Alfonso asintió e intercambiamos pareceres al respecto durante unos minutos más, para darnos después un abrazo de despedida.

Quién me iba a decir entonces, días antes de subirme a un avión para regresar al Perú, el país que había dejado con 20 años recién cumplidos una década antes, que esos problemas con la verdad serían la norma en todas partes pocos años después. Y serían la norma hasta en los casos más absurdos, inverosímiles e insignificantes también en mi país, donde casi nadie está dispuesto a honrar el compromiso más básico que tenemos los periodistas con nuestros lectores: relatar hechos ciertos.

Es decir, lidiar con la verdad.

 

Nota: La fotografía de cabecera fue tomada por Miguel Lucas Prieto y publicada en una entrevista en el site negratinta.

La agencia EFE, Serguéi el Renacido y Dostoyevski

Por alguna razón que desconozco, los domingos el algoritmo de Facebook parece ser más amable con el contenido publicado por medios que comparten mis contactos.

Gracias a ello, hace unos días me topé con esto:

En efecto, como decía el crítico y escritor Jorge Carrión, se trata de una historia digna de Dostoyevski, o del Emmanuel Carrère de Una novela rusa (por cierto, vale la pena que lean esto que Carrión escribió hace unos meses sobre Carrère).

Este es el cuerpo de la nota como la publicó la página web del diario El País:

Un ciudadano ruso dado por muerto apareció inesperadamente en sus exequias más de una semana después de que la familia celebrara su supuesto entierro, informaron este viernes los medios rusos.

El insólito hecho tuvo lugar en la ciudad siberiana de Kémerovo, donde tras un incendio declarado en una vivienda particular, los lugareños dieron por muerto al dueño de la casa, llamado Serguéi.

Los supuestos restos de Serguéi fueron reconocidos por su hermana, tras lo cual la familia procedió al entierro del cadáver.

Nueve días después de los funerales, la familia volvió a reunirse para una comida en homenaje del difunto en la que por sorpresa irrumpió «el muerto».

En declaraciones a la prensa, el hombre dijo que vive cerca del lugar donde se declaró el incendio, sin que él se viera afectado, y se enteró de su propia «muerte» a través de un amigo, quien vio su tumba en un cementerio.

A raíz del error, el ruso vio como todos sus documentos quedaron invalidados y ahora únicamente tiene en sus manos un certificado de defunción para confirmar su identidad.

Las autoridades han puesto en marcha las correspondientes diligencias para aclarar el suceso y ayudar al afectado a recuperar su documentación.

La nota viene firmada por la agencia EFE:

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Ya he escrito en alguna ocasión acerca de la manera en que los medios de todo el mundo procesan la información que reciben a través de agencias noticiosas.

Pero, ¿qué es una agencia noticiosa?

Voy a dejar que la propia agencia EFE lo explique. Este texto se encuentra en la página de presentación del site de la agencia:

[EFE es] La primera agencia de noticias en español y la cuarta del mundo, con más de setenta años de trayectoria que avalan su imparcialidad, su potencia, su credibilidad y su inmediatez.

Una empresa informativa multimedia con una red de periodistas mundial, donde más de tres mil profesionales de 60 nacionalidades trabajan 24 horas al día desde más de 180 ciudades de 120 países y con cuatro mesas de edición en Madrid, Bogotá, El Cairo (árabe) y Río de Janeiro (portugués), para ofrecer sus productos a clientes en los cinco continentes.

(…)

EFE distribuye casi 3 millones de noticias al año en los diferentes soportes informativos: texto, fotografía, audio, video y multimedia, que llegan diariamente a más de dos millares de medios de comunicación en el mundo.

Ofrece instantáneamente desde su red mundial de delegaciones y corresponsalías, la visión latina del mundo en español, portugués, inglés, árabe, catalán y gallego.

Cuenta en España con delegaciones en las capitales de las 17 comunidades autónomas, además de Ceuta y Melilla, y subdelegaciones en otras ciudades españolas.

Tiene mayor número de lectores que cualquier diario de tirada nacional [en España, se entiende].

Más del cuarenta por ciento de la información internacional de agencias publicada en América Latina es de EFE.

EFE cuenta en América con 884 clientes.

Esos clientes de los que habla la agencia son redacciones de medios repartidas por todo el mundo. Las agencias noticiosas producen información que venden, por lo general a través de distintos paquetes de suscripción, a esas otras redacciones que pagan por el derecho a reproducir esas noticias, artículos, fotografías, videos, etc.

Las agencias de noticias son una institución casi tan antigua como el periodismo moderno. La primera agencia noticiosa del mundo fue creada en 1835 por un escritor y traductor francés llamado Charles-Louis Havas. Esa agencia, que tomó su nombre del apellido de su fundador, Havas, se convertiría un siglo después, en 1940, en la Agence France-Presse (AFP), la más importante del mundo francófono.

Once años después de fundada Havas en Francia, en 1846, cinco periódicos neoyorquinos –The Sun, The New York Herald, The New York Courier and Enquirer, The Journal of Commerce y The New York Evening Express– unieron esfuerzos para cubrir entre todos los gastos de cobertura que generaba la guerra México-Americana. De esa alianza nació Associated Press (AP), aunque durante sus primeros años de existencia, hasta 1892, se le conoció como New York Associated Press (NYAP).

Un breve inciso aquí, porque me gustaría ilustrar cuán antigua y estrecha es la relación entre agencias y diarios (o medios). El principal impulsor de esa asociación entre diarios neoyorquinos, la NYAP, fue Moses Yale Beach, propietario de The Sun. En 1835, Beach se había hecho con el control del diario, que había sido fundado un par de años antes por el hermano de su esposa: Benjamin Day.

¿Por qué es esto importante? Porque como expliqué en otro artículo, fue Benjamin Day, en The Sun, quien inventó el modelo de negocio que se convertiría en el estándar de la industria durante casi 200 años (hasta nuestros días) y que daría luz al periodismo como lo conocemos: el modelo ad-driven o basado en avisos publicitarios.

Sigo. La contraparte británica de Havas/AFP y Associated Press, y la tercera agencia noticiosa más importante del mundo, Reuters, nace también en el siglo XIX, en 1851. Fue fundada por Paul Julius Freiherr von Reuter, un ex empleado bancario e impresor de origen alemán, que trabajó brevemente en la agencia Havas en París entre 1848 y 1849 antes de regresar a Berlín donde fundó su propia agencia en 1850. Un año después, Reuter se mudó a Londres y abrió ahí, junto a la Bolsa de Valores londinense, una oficina de su agencia noticiosa, la hoy conocidísima Reuters.

Es esa antigua relación, así como los elevados estándares que las agencias noticiosas fueron desarrollando y manteniendo en sus casi dos siglos de existencia, lo que explica la confianza que los periodistas en redacciones de todo el mundo depositan en la información que estas producen. Por supuesto, también influye que los servicios de una agencia noticiosa no sean baratos y que, si están pagando por ellos, es evidente que los responsables de medios optarán por utilizarlos lo más posible para justificar el gasto. Por todo ello, como escribí ya alguna vez:

la información proveniente de una agencia suele ser tratada por los periodistas como ya confirmada y lista para publicar sin necesidad de verificación alguna.

Pero, ¿qué ocurre cuando tenemos medios en situación de recorte de gastos, con plantillas menguantes y, a la vez, una demanda creciente de «contenido» con que llenar las páginas webs y los distintos canales de redes sociales donde distribuyen la información que «producen»?

Ocurre que la información producida por estos medios se apoya cada vez más en la que producen las agencias noticiosas. Información que, de nuevo, no necesita verificación alguna y viene ya empaquetada y lista para su inmediata redistribución.

En 2016, un equipo de profesores de la Universidad Vrije (UV) de Ámsterdam y la Universidad Erasmo de Róterdam realizó un estudio para conocer el impacto de la información producida por la Algemeen Nederlands Persbureau (ANP), la principal agencia noticiosa de Holanda, en la cobertura política de los medios de ese país. El estudio se llama A Gatekeeper Among Gatekeepers y puede consultarse de forma gratuita aquí.

Sus hallazgos son fascinantes. Échenle un vistazo a este cuadro:

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Fuente: A Gatekeeper among Gatekeepers. Journalism Studies. Kasper Welbers, Wouter van Atteveldt, Jan Kleinnijenhuis & Nel Ruigrok (2018)

Lo que los investigadores encontraron es que «en los cuatro diarios que contaban con una suscripción al servicio de ANP, entre el 50% y 75% de las noticias de índole política eran copias (parciales) de artículos de la ANP». Encontraron también que «alrededor del 85% de esas copias (parciales) habían sido publicadas dentro de la hora siguiente de publicada la nota de ANP». Lo dicho, contenido listo para ser redistribuido de inmediato.

Entre los medios analizados, los investigadores holandeses encontraron una sola excepción. El site de NRC Handlsblad, a diferencia de todos los demás, no publicaba «con frecuencia copias (casi) idénticas de los artículos de ANP». ¿La razón? NRC Handlsblad «no estaba suscrito al servicio de ANP en 2013».

Esto, claro, no ocurre únicamente en Holanda. En el libro Flat Earth News (que he citado ya en otra ocasión), publicado en 2009, el periodista británico Nick Davies trabajó con un equipo de investigadores del School of Journalism, Media and Cultural Studies de la Universidad de Cardiff para analizar unos 20 años de cobertura periodística en Inglaterra. Entre otras cosas, el equipo de la Universidad de Cardiff descubrió lo siguiente:

El 30% de las noticias de la sección País [o nacionales] publicadas por los cinco diarios más prestigiosos de Fleet Street [la histórica calle donde estaban antiguamente alojadas las redacciones de los diarios londinenses] eran reescrituras directas de notas provenientes de PA (Press Association, la otra gran agencia británica junto a Reuters) u otras agencias menores. Un 19% de las notas eran en buena medida reproducciones de lo publicado por esas mismas agencias. Y un 21% contenían elementos provenientes de ellas. Esto supone un total de 70% de artículos noticiosos que han sido escritos parcialmente o por completo utilizando notas de agencias, por lo general de PA.

Y es así en todas partes, como cualquier periodista que haya pasado por una redacción ha podido comprobar.

Lo que nos lleva de vuelta a Serguéi, el habitante ruso de la «siberiana ciudad de Kémerovo» que volvió de la muerte para sorprender a su familia y vecinos, según cuenta la agencia EFE y publicaron El País, ABC y el Heraldo en España, Televisa en México, RPP, El Comercio, América Noticias y Perú21 en Perú, así como Caracol Noticias en Colombia, entre otros.

Cada vez que me encuentro en la prensa con un hecho así de insólito, no puedo evitar preguntarme: ¿cómo sabe el redactor o redactora que eso ocurrió?

Así que volví a leer la nota de EFE. Les propongo que lo hagan ustedes mismos unos párrafos arriba. Tiene exactamente 200 palabras. Si se fijan con atención, verán que el primer párrafo indica que la noticia sobre Serguéi fue dada a conocer «este viernes [por] los medios rusos«. Más adelante, el redactor o redactora vuelve a aludir de forma oblicua a esos medios rusos. La nota consta de siete párrafos. El cuarto de los cuales inicia así: «En declaraciones a la prensa, el hombre dijo que…».

Ambas líneas nos invitan a pensar que el redactor o redactora de la agencia EFE no ha hecho sino reproducir lo que ha encontrado en medios locales rusos (¿Cuáles? ¿Cuántos?), pero a estas alturas opté por otorgarle a EFE, dado su prestigio, el beneficio de la duda.

Entonces, para intentar salir de dudas, decidí escribir a la delegación de EFE en Moscú. Según la propia página web de la agencia, la responsable de la delegación en Moscú es la periodista Céline Aemisegger*. Así que le envié un email a la dirección que aparece en esa misma página preguntando si ella había escrito ese artículo y si sería tan amable de compartir conmigo de dónde había sacado la información. Mientras esperaba su respuesta, empecé a indagar un poco más por mi cuenta.

Convendrán conmigo que la aparición de un hombre en sus exequias nueve días después de dado por muerto y enterrado, aun cuando su propia familia había reconocido el cadáver, es un hecho lo suficientemente curioso como para llamar la atención de la prensa de medio mundo. Por eso empecé a buscar si medios o agencias en idiomas distintos al castellano se habían hecho eco de lo ocurrido.

Primero busqué en francés. No encontré nada. Ni AFP ni ningún medio francófono había contado la increíble historia de Serguéi. Después lo intenté en inglés. Como expliqué antes, las principales agencias del mundo (AFP, Reuters y AP) utilizan esos dos idiomas.

Nuevamente, nada. Ni Reuters ni AP se habían interesado por el habitante ruso «vuelto» de la muerte. Ni ningún medio americano o británico (ni siquiera el Daily Mail o The Sun, tan aficionados a historias estrambóticas)

De hecho, encontré solo un medio en inglés que había reproducido la fantástica noticia del ciudadano de Kemerovo que había sorprendido a su familia al atender las exequias celebradas nueve días después de su muerte.

Esta es la nota, publicada por Meduza:

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Meduza es un agregador de noticias propiedad de la periodista rusa Galina Timoshenko, que publica tanto en inglés como en ruso desde su sede en Riga, Letonia.

Como la misma nota indica, la información sobre Serguéi o Sergey publicada por Meduza provenía de Interfax, la principal agencia independiente (no controlada o pagada por el gobierno) de noticias en Rusia. Así que me fui a buscar la nota original.

Es esta:

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Descuiden, imagino que su ruso es tan inexistente como el mío, por lo que me apoyé en Google Translate para saber qué es lo que Interfax tenía que contar de Serguéi el Renacido. La herramienta de traducción de Google suele funcionar mejor cuando trabaja desde otros idiomas al inglés, así que hice eso. Traduje al inglés, y de ahí me tomé la libertad de traducir yo mismo al español:

Un residente de Kuzbass, al que se creía muerto, asiste a «sus» exequias

Kemerovo. 17 de agosto. INTERFAX-SIBERIA – La investigación encontrará la identidad de un hombre que murió en un incendio y fue enterrado bajo el nombre de un residente de la ciudad de Kemerovo, informó a Interfax-Siberia este viernes el servicio de prensa de la oficina de investigaciones del Comité Investigador de la Federación Rusa en la región de Kemerovo.

«Se ha ordenado un examen genético para determinar la identidad del hombre que murió en el incendio», dijo la fuente.

De acuerdo a los medios locales, a principio de agosto tuvo lugar un incendio en un domicilio privado donde vivía un tal Sergey. El difunto fue encontrado en la casa, fue identificado por sus parientes, su muerte confirmada y el cuerpo enterrado. Nueve días después del funeral, los parientes de Sergey se reunieron para conmemorarlo. De pronto, Sergey apareció en la reunión. El hombre explicó que vivía cerca del accidente y que no sabía quién era el hombre encontrado en la casa quemada. Un amigo que había visto la tumba en el cementerio le dijo que lo habían «enterrado».

El servicio de prensa del Dirección General de la región del Ministerio del Interior explicó que el procedimiento para la identificación del cuerpo de una persona muerta en un incendio se realizó junto a un familiar del residente de Kemerovo de acuerdo a los requisitos establecidos por la ley.

«La información recibida de parte de los ciudadanos durante el procedimiento de identificación es la base legal para tomar decisiones sobre el entierro», dijo el portavoz.

De acuerdo a la prensa, este hombre con problemas de alcohol durante mucho tiempo ahora tiene como único documento un certificado de defunción. En un futuro cercano se realizarán las correcciones a la base de datos de la morgue y el registro civil, luego de lo cual será restablecido.

La nota de Interfax está fechada el 17 de agosto y cita, a su vez, a «medios locales». Así que me fui a buscar medios locales de la región de Kémerovo –también conocida como Kuzbass– que hubieran publicado la historia de Sergey en los días previos.

La nota más antigua, emitida el día 15 de agosto, y a la que hacían referencia todos los medios locales de Kémerovo es esta:

Corresponde al noticiero o telediario de la edición local de la Compañía Estatal de Televisión y Radioemisora de Rusia, conocido como Vesti-Kuzbass (Noticias Kuzbass). El titular de la nota televisiva es: Ciudadano de Kémerovo vino a visitar a sus familiares nueve días después del momento de su muerte. Aquí pueden verlo en su habitat natural, el site de Vesti-Kuzbass. El pie de la nota en el site dice:

Esta historia ocurrida en Kémerovo requirió la intervención de nuestros periodistas. Los parientes de Sergei Gapeev celebraban una ceremonia en su honor nueve días después de su muerte cuando este apareció este apareció sano y salvo. Resulta que la desconsolada familia había enterrado a una persona desconocida.

Gracias a ese pie y estas dos notas de medios locales (que pude leer también gracias a Google Translate), que utilizan el reportaje televisivo como insumo principal, podemos conocer algunos detalles más de lo ocurrido:

  • El apellido de Serguéi: Gapeev –nombre completo en ruso: Сергея Гапеева–, ausente en la nota de EFE que replicaron todos los medios en español, y también en la de Interfax.
  • Fueron los vecinos de la vivienda quemada los que dijeron a la Policía que el cuerpo encontrado en ella se parecía a Serguéi Gapeev.
  • La policía llamó a los parientes cuando encontraron el cuerpo para que lo identificaran. La hermana de Gapeev, Alla Palagina, notó que el cadaver no tenía dientes, mientras que su hermano sí contaba con ellos. «[La policía] insistió en que era mi hermano. Pero yo nunca les creí. Ni siquiera lloré en el funeral», dijo la hermana a las cámaras de Vesti-Kuzbass. Pese a ello, la policía insistió y siguió adelante con los trámites para dar por muerto a Gapeev y enterrarlo.
  • Durante todo ese tiempo, Gapeev vivió en una casa muy cerca de sus parientes y recién se enteró de que «había sido enterrado» a través de un amigo que vio la tumba.
  • Fue ahí que decidió ir a buscar a su familia. «¿Cómo que me enterraron? ¡Estoy vivo, vivo muy cerca de aquí!», dijo Gapeev a sus familiares. Según él mismo, cuando entró a la casa donde estaban conmemorando su muerte nueve días después, el esposo de su hermana gritó: «¡Oh! ¡El fallecido ha venido!».
  • La policía sabía que Gapeev llevaba «un estilo de vida antisocial», eso y los problemas con el alcohol por los que era conocido en la localidad probablemente llevaron a los oficiales responsables a cerrar el caso cuanto antes, total, ya había un cadáver, y evitarse mayores complicaciones.
  • Los parientes de Sergéi Gapeev afirman haber gastado 30 mil rublos (alrededor de US$ 440) en su entierro, quieren recuperar el dinero y exigen que el muerto desconocido sea desenterrado.

Comparemos toda esa información, tan rica en detalles, con la escueta nota distribuida por EFE, que, de hecho, ni siquiera menciona el nombre completo del renacido Serguéi.

Pero, sobre todo, más allá de los detalles y testimonios fascinantes que revela el reportaje televisivo de Vesti-Kuzbass y que reproducen los medios locales rusos, la nota publicada por la agencia EFE miente, ya sea de forma dolosa o por ignorancia (me inclino por esta última), en un aspecto fundamental.

Este: «Los supuestos restos de Serguéi fueron reconocidos por su hermana».

¿Por qué miente? Porque ya el día 15 de agosto, la hermana de Gapeev, Alla Palagina, había dicho a la televisión que ella no reconoció el cadáver. Textualmente: «[La policía] insistió en que era mi hermano. Pero yo nunca les creí. Ni siquiera lloré en el funeral».

¿De dónde saca entonces el redactor o la redactora de la agencia EFE –cuyo cable no se distribuye sino hasta el día 17– que el supuesto cadaver de Serguéi había sido reconocido por sus familiares cuando no solo el día 15 la propia hermana había declarado a la televisión lo contrario, sino que los medios locales de Kémerovo se habían hecho eco de este detalle el día 16?

A la espera de la respuesta de la responsable de la delegación de EFE en Moscú, parece sensato asumir que la información de la agencia española proviene de la agencia rusa que citan todos los otros medios rusos que no citan el reportaje televisivo de Vesti-Kuzbass. Es decir, Interfax.

Esto decía la agencia rusa al respecto en su cable del día 17: «El difunto fue encontrado en la casa, fue identificado por sus parientes, su muerte confirmada y el cuerpo enterrado».

¿Qué otro dato tenemos para suponer que EFE basa su nota en el cable de Interfax? A diferencia de los medios locales rusos que citan a Vesti-Kuzbass como fuente, Interfax no menciona el apellido del reaparecido Serguéi. EFE tampoco lo hace.

Es decir, si mi deducción es correcta, nos encontraríamos ante una agencia noticiosa europea que utiliza información incorrecta e incompleta de otra agencia noticiosa europea y la distribuye a sus clientes en todo el mundo. Estos clientes, redacciones en Lima, Ciudad de México, Bogotá, Zaragoza o Madrid, confiando en los estándares de verificación de la agencia, publican la información sin más. Ya no solo sin verificarla, sino sin tocar una sola coma. Ninguno de esos medios ha pagado por esa sola nota, pero sí han pagado por un paquete o una suscripción que incluye, entre otras, esa nota incorrecta.

¿Cómo sabemos que, dentro de ese paquete, no hay más notas así? ¿Cuántas de esas, recuerden, «casi 3 millones de noticias al año» que distribuye EFE pasan por controles igual de laxos?

Puede parecer una trivialidad, un mero detalle. Pero las noticias, las historias, no están hechas solo de titulares llamativos. Las noticias, de hecho, se construyen sobre esos ladrillos que algunos descartan como simples detalles pero que yo prefiero llamar hechos.

Si miramos con un poco de atención, lo que Interfax y luego EFE han hecho, ajustando a su conveniencia narrativa uno de esos hechos, uno de esos detalles, es convertir en una nota curiosa, de color, en un –con perdón– cuento de Dostoyevski si se quiere, lo que en realidad es una historia sobre negligencia policial que afecta, de forma literal, la vida y la muerte de un puñado de personas.

¿Por qué lo hacen? Tengo una posible respuesta.

En un estudio de 2011, dos profesores de la Universidad de South California y la Harvard Business School analizaron la cobertura en medios recibida por las principales empresas norteamericanas que cotizan en bolsa. El estudio se refiere a la prensa y noticias económicas, pero hay un hallazgo que creo podemos extrapolar a la prensa en general –basta que echen un vistazo a su timeline de Twitter, su newsfeed de Facebook, abran el site de casi cualquier medio noticioso o busquen las llamadas secciones de «tendencias» de los diarios online– sin temor a caer en error. El hallazgo es este:

Encontramos que las noticias más sorprendentes recibían más atención de parte de las agencias noticiosas y, también, que eso aumentaba tanto la posibilidad de que esta noticia sea recogida por los diarios, así como influía en la cantidad de cobertura que estos le daban.

Esto, claro, no es una novedad. Uno de los adagios más viejos y repetidos del oficio periodístico reza que «perro muerde hombre no es noticia, pero hombre muerde perro sí». Sin embargo, en el ecosistema digital, hemos llevado esa máxima a extremos tan ridículos como peligrosos.

Dado que el contenido producido (y/o distribuido) por los medios debe competir por la atención de usuarios en ese torrente inagotable de información que son las redes sociales, las «noticias» no deben ser solo cada vez más llamativas sino que deben producirse cada vez más rápido. ¿Recuerdan lo que encontraron a propósito de esto último los investigadores holandeses que citaba muchos párrafos arriba?

Les refresco la memoria: «alrededor del 85% de esas copias (parciales) habían sido publicadas [por los sites noticiosos] dentro de la hora siguiente de publicada la nota de ANP». Es decir, casi de inmediato. En ese tránsito, por supuesto, la primera víctima son los procesos de verificación que aseguran que aquello de lo que se está informando sea cierto.

Dicho esto, ¿importa en realidad si los medios y agencias de noticias, instituciones hoy presas de la desconfianza de la ciudadanía, mienten ya sea en un asunto en apariencia tan baladí –pregúntenle a Serguéi Gapeev y su hermana si creen que este asunto carece de importancia– como este? ¿No es verdad que, a fin de cuentas, los medios han perdido ya una parte importante de su influencia y prestigio de cara a la ciudadanía?

Sí, es verdad. Pero lo que no han perdido aún es la capacidad para amplificar el alcance de un hecho convertido en “noticia” y, de esta forma, legitimarlo de cara a una buena parte de la audiencia. Puede que la audiencia dude de los medios, pero mientras se forma esa duda la información ya la alcanzó.

Pero, además, aunque los lectores duden, o incluso estén convencidos o sepan a ciencia cierta que la prensa miente o se equivoca respecto a un hecho que conocen, suelen extender el beneficio de la duda al resto de las noticias, aunque sea a regañadientes. Tras tantos años de relación medios-lectores, el beneficio de la duda siempre está ahí cuando pasamos la página o hacemos click en un nuevo link.

A esto último lo bautizó el escritor norteamericano Michael Crichton como «efecto amnesia de Gell-Mann» en honor a un amigo suyo:

En resumen, la amnesia de Gell-Mann ocurre así. Uno abre el periódico en un artículo sobre un tema que conoce bien. En el caso de Murray [Gell-Mann, el amigo de Crichton], la física. En el mío, la industria del espectáculo. Uno lee el artículo y ve que el periodista no entiende en absoluto de lo que está hablando, o no tiene la información correcta. Con frecuencia el artículo está tan errado que, de hecho, muestra la historia al revés, invirtiendo la causa y los efectos. Yo llamo a estas historias «las calles mojadas producen lluvia». Los diarios están llenos de ellas.

En cualquier caso, uno lee los múltiples errores de la nota con exasperación o hasta divertido, luego pasa la página y va a la sección Nacional o Internacional, y continúa leyendo como si el resto del diario fuera de alguna manera más riguroso acerca de Palestina que la tontería que acaba de leer. Pasamos la página y olvidamos lo que sabemos.

En parte debido a esto, la capacidad de los medios para amplificar el alcance de una noticia, una historia o un personaje sigue siendo gigantesca. Pregúntenselo sino a Donald Trump, que se benefició como nadie de la enorme publicidad gratuita que supuso la cobertura 24/7 que la prensa norteamericana le otorgó en la campaña presidencial de 2016.

Es por eso, por esa capacidad que aún no perdemos, por el poder de amplificación que aún tenemos, que es importante respetar el proceso, respetar las garantías y estándares que han servido para construir la confianza con ese ente que llamábamos antes lectores y ahora llamamos audiencia.

La prensa, incluidas las agencias noticiosas, puede que sea parte de la industria del entretenimiento, como he defendido en más de una ocasión. Pero no puede ser solo eso. Como dice la investigadora danah boyd, «la industria de medios debe asumir su responsabilidad por el rol que ha jugado a la hora de producir espectáculo por razones egoístas».

Léase, espectáculo por el mero espectáculo, por la dudosa promesa de una recompensa económica que supuestamente garantice su supervivencia, sin pensar en el valor informativo y, peor aun, sin cumplir, como ya he escrito alguna vez, con «los requisitos mínimos para que el trabajo que realizan sea considerado periodismo».

De lo contrario, ya no solo se trata de una agencia noticiosa europea copiando a otra agencia europea para engañar a sus clientes con contenido de dudosa calidad y aun más dudosa confección.

Se trata de toda una industria engañando a su audiencia. Toda una industria quebrando la confianza que tanto tiempo y esfuerzo y cabezas y manos costó construir.

Y, créanme, si no tenemos esa confianza, no tenemos nada.

 

*Corrección del viernes 24 de agosto: Me escribe un amigo corresponsal de un medio español en el extranjero para informarme de que, pese a lo que señala la página web de EFE, la periodista Céline Aemisegger no es aún la responsable de la delegación en Moscú actualmente. Según la información de este periodista, Aemisegger ha sido ya nombrada delegada de EFE en Moscú pero todavía no asume el puesto. He intentado averiguar quién es el actual jefe o jefa de delegación en Rusia pero me ha sido imposible. En todo caso, el email al que escribí solicitando información era un email con la denominación “efemos” (o sea, EFE Moscú) y no un email personal, así que imagino que corresponde a él o la responsable de la delegación independientemente de su nombre. Sigo esperando una respuesta a mi pedido de información. Lamento el error. Gracias.

Poco después después de publicada esta corrección, Céline Aemissegger me escribió a través de Twitter confirmando que, en efecto, aún no ha asumido el puesto de jefa de delegación de EFE en Moscú. Este es su mensaje:

PD: Al momento de publicar este post y la posterior corrección, el o la responsable de la delegación de la agencia EFE en Moscú seguía sin responder a mi pedido de información.