[ACTUALIZADO] ¿Dijo Karelim López que existe «una mafia (…) conformada por el presidente Pedro Castillo»?

ACTUALIZACIÓN

Horas después de publicado el post original (que puede leerse al final de esta actualización), me topé con otra aparente contradicción en la que parecía haber incurrido el abogado de Karelim López, César Nakazaki. Esta vez respecto a la presencia de su representada durante «una discusión» entre el ex secretario general de Palacio, Bruno Pacheco, y el presidente Pedro Castillo.

Por la mañana, me crucé con este tuit de la periodista Rosa María Palacios, que entrevistó hoy a Nakazaki en su programa online A Pensar Más:

Así que fui a buscar la entrevista. Este es el intercambio que mantienen al respecto Palacios y Nakazaki:

Rosa María Palacios: ¿Ella presencia qué, la discusión entre ambos o la discusión que tiene telefónicamente Bruno Pacheco con otra persona que ella no ve o ella ve al presidente pelear con Bruno Pacheco?

César Nakazaki: Ella ve la discusión. Ellos se trataban como hermanos…

Rosa María Palacios: Entonces, discúlpeme, los términos acá tienen que ser muy precisos. Ella no se reúne con el presidente…

César Nakazaki: Es testigo presencial, es testigo presencial.

Rosa María Palacios: Pero es testigo presencial de una discusión entre dos personas. Eso califica también, doctor, como una reunión.

César Nakazaki: Bueno, yo te diría, eso es un poco…bueno, si tú quieres, físicamente, vamos a hacer, físicamente sí. Pero lo que es propiamente una reunión implica un elemento subjetivo.

Pueden verlo aquí, a partir del minuto 38:27:

Nakazaki, al parecer, confirma aquí que Karelim López estuvo presente, en el mismo lugar, cuando Bruno Pacheco y el presidente Castillo mantuvieron una discusión. Es decir, la discusión, según lo que indica aquí Nakazaki, ocurrió con Pacheco y Castillo delante de López.

Ya ayer, en la entrevista con RPP, Nakazaki había dicho algo similar:

Carlos Villarreal: Doctor, me ha llamado la atención lo que usted ha dicho acerca de que su patrocinada fue testigo de una pelea, una discusión muy fuerte, entre el presidente de la República y el señor Bruno Pacheco. ¿Usted podría decirnos, por lo que le ha manifestado Karelim, por qué fue esa discusión, por qué fue esa pelea, y dónde fue exactamente? ¿Fue en Palacio o en la casa de Sarratea?

César Nakazaki: Es en el Palacio. Karelim López nunca ha coincidido con el presidente de la República en Sarratea. Ella asistía a Palacio de Gobierno, como ya es de público conocimiento. Ahí es donde se produce la pelea. Las circunstancias de la pelea no aparecen en la declaración, que, repito, lo comento por favor sobre la base de lo que se ha filtrado en La República y en El Comercio.

Carlos Villarreal: ¿Pero ella no le ha comentado a usted en algún momento, en algunas de las reuniones que ha tenido con Karelim, por qué fue esa pelea?

César Nakazaki: No la conoce (sic). Al detalle no lo tiene. Lo que se ha visto es la discusión y obviamente lo que discutían. Eso es al término, ya cuando Bruno Pacheco tenía que salir de la Secretaría General de la Presidencia de la República.

Fernando Carvallo: Por lo que dice usted queda claro que la señora Karelim estaba presente junto al presidente de la República que dice no haber estado nunca reunido con ella.

César Nakazaki: Ha presenciado la discusión… 

Fernando Carvallo: Es decir que estaba junto al presidente.

César Nakazaki: …Nunca ha tenido una reunión.

Mabel Huertas: Pero han compartido espacio físico.

César Nakazaki: Sí, eso sin duda. Por la discusión de la pelea sí.

El problema es que el informe fiscal de las declaraciones de Karelim López no dice eso. O al menos no lo dice claramente.

Horas después de publicado el post original, pude acceder, a través de una fuente, al Informe 1-2022-2ºFISLAA/7D, que recoge las declaraciones realizadas por «el colaborador eficaz con clave Nº 001-2022-2ºFISLAA», identificado por los medios como Karelim López. Luego de recibir el documento, verifiqué con una segunda fuente, quien yo sabía tenía también en su poder el informe, que se trataba del mismo documento que distintos medios venían citando desde el fin de semana. Era así.

En el informe, luego de señalar en dos ocasiones que «Karelim López estuvo presente entre una discusión entre PEDRO CASTILLO y BRUNO PACHECO» (sic), el redactor o redactora del informe acota lo siguiente:

Por otro lado, es importante señalar que esta información que conforme ha señalado el colaborador eficaz, se suscitó en circunstancias que Karelim López se encontraba reunida [con] Bruno Pacheco, y en la cual, Bruno Pacheco discutió telefónicamente con Pedro Castillo el día 09 de noviembre de 2021, donde se hicieron reclamos mutuos, dentro de los cuales se indicó el tema de un director [que] se quejó con él, debido a que habría pagado S/. 150,000,00 soles para que le den el puesto en el Ministerio de Vivienda y no habrían cumplido con ello (sic).

El informe fiscal señala tres veces que el informante (la propia López) dice saber que «Karelim López estuvo presente entre una discusión entre PEDRO CASTILLO y BRUNO PACHECO» (sic). En todos los casos, el redactor señala que hubo varios reclamos en la discusión mencionada. Pero no queda claro del todo si las tres veces el redactor o redactora se refiere a una misma discusión o a discusiones ocurridas en días, lugares o momentos distintos. La accidentada escritura del informe se presta a confusión.

El que la precisión –«es importante señalar que esta información que conforme ha señalado el colaborador eficaz, se suscitó en circunstancias que Karelim López se encontraba reunida [con] Bruno Pacheco, y en la cual, Bruno Pacheco discutió telefónicamente con Pedro Castillo»– venga a continuación de dos de las instancias en que se menciona que López «estuvo presente» en «una discusión» invita a pensar que se trata siempre de una sola discusión y que López se encontraba únicamente junto a Bruno Pacheco cuando este «discutió telefónicamente con Pedro Castillo».

A esto se suma que, en sus entrevistas, cuando el abogado César Nakazaki ha hecho referencia a la discusión presuntamente presenciada por López, siempre ha hablado de «una discusión» o «una pelea», no de varias discusiones.

Pero la duda estaba ahí. Así que volví a contactar a Nakazaki para corroborar con él si estaba refiriéndose, quizá por error, a la discusión telefónica que menciona explícitamente el informe fiscal o a una distinta, donde sí estuvieron presentes físicamente Karelim López, Bruno Pacheco y Pedro Castillo.

En nuestra nueva conversación, Nakazaki me indicó que, como insinúa pero no deja claro el informe, Karelim López se está refiriendo a distintas discusiones entre Bruno Pacheco y el presidente Pedro Castillo. Algunas de ellas ocurrieron en Palacio de Gobierno, fuera del despacho presidencial, cuando López se encontraba reunida con Pacheco y el presidente «iba al despacho de Bruno [Pacheco]» o se cruzaban en los pasadizos de Palacio. Según el abogado, su representada le ha comentado que «en las antesalas del despacho del presidente siempre había de todo y de todas personas para tratar los más diversos temas». Según Nakazaki, la palabra textual que ha usado su representada para referirse a las oficinas de Palacio es «un mercado».

Además de las discusiones que su representada presenció en Palacio, siempre según lo señalado por el abogado Nakazaki, en más de una ocasión Pacheco, teniendo delante a Karelim López, se «agarró en discusiones telefónicas por los más diversos asuntos» con el presidente Castillo.

Si es así, y López presenció varias discusiones entre Pacheco y Castillo, tanto física como telefónicamente, seguramente la aspirante a colaboradora eficaz tiene todavía mucho más que contar. Bastante más de lo puede leerse en el informe fiscal de sus declaraciones hasta ahora.

POST ORIGINAL

La noche del domingo 27 de febrero, durante una entrevista con la periodista Mónica Delta del programa televisivo Punto Final, el abogado César Nakazaki aparentemente contradijo lo que distintos medios peruanos venían afirmando respecto a las declaraciones que su clienta, la aspirante a colaboradora eficaz Karelim López, había dado a la Fiscalía.

Esta es la portada del diario El Comercio publicada el mismo domingo 27:

La cita destacada en portada proviene del reportaje escrito por la periodista Graciela Villasís, publicado originalmente la tarde del sábado 26 de febrero en la página web del diario con el titular: «Karelim López afirma que el presidente Pedro Castillo maneja presunta mafia en el MTC que direcciona obras». El reportaje de Villasís señalaba lo siguiente:

Lo más relevante de la declaración es que afirma que el presidente Pedro Castillo integra una mafia que opera en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC) y dirige licitaciones del sector, el cual, pese a los constantes cambios en el Gabinete, ha estado a cargo de Juan Silva desde que el profesor de escuela rural asumió la presidencia.

“Asimismo, sé que hay una mafia en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), conformada por el presidente Pedro Castillo Terrones, el ministro Juan Silva, las empresas chinas Consorcio Conservación Vial Mazocruz (China Civil Engineering Construction Sucursal del Perú) y otras, siempre con participación de la empresa peruana INIP Ingeniería Integración de Proyectos S.A.C., conformada por Roberto Jesús Aguilar Quispe, de aproximadamente 27 años; así también participan en esta mafia Zamir Villaverde García, quien es el cajero; los sobrinos del presidente: Fray Vásquez Castillo, Gian Marco Castillo Gómez, Rousbelt [Rudbel] Oblitas Paredes [sobrino por el lado de su esposa], y cinco congresistas de Acción Popular”, afirmó.

Debido a las comillas, se entiende que ese segundo párrafo es una cita textual atribuida a Karelim López en el documento que recoge sus declaraciones ante la Fiscalía. Como yo no he tenido acceso a ese documento, quise verificar si era así con alguien que sí hubiera accedido a las declaraciones de López. Así que le escribí a Graciela Villasís. La periodista me confirmó que ese entrecomillado es una cita textual proveniente del documento que recoge la declaración de López.

El diario La República, que también dio cuenta de las declaraciones de López, informó en un tono parecido. La nota del periodista César Romero, publicada originalmente la tarde del sábado se titulaba «Karelim López reconoció su participación junto a Pedro Castillo en presuntos delitos» (el titular cambiaría luego a «Karelim López se acoge a colaboración eficaz y habla de una organización que opera desde la presidencia») y señalaba:

La República pudo constatar la existencia de una declaración de colaboración eficaz con clave n.° 001-2022-2FISLAA ofrecida a la Fiscalía, que diversas fuentes oficiales atribuyen a López Arredondo. Minutos después de que se firmara el documento y la colaboradora se retirara de la Fiscalía, su declaración fue fotocopiada y se distribuyó dentro y fuera del Ministerio Público, según nuestras fuentes, antes de una mínima corroboración.

(…)

El aspirante a colaborador eficaz revela la existencia de una presunta organización criminal encabezada por el presidente Pedro Castillo, que se habría infiltrado en Palacio de Gobierno, en diversos ministerios y el Congreso de la República.

Los titulares, citas y afirmaciones de ambos medios no dejaban lugar a dudas. La aspirante a colaboradora eficaz Karelim López, conocida por su cercanía con el ex secretario general de Palacio de Gobierno Bruno Pacheco, antigua mano derecha del presidente Pedro Castillo, afirmaba en su declaración ante la Fiscalía que el presidente Castillo es parte de una mafia.

Sin embargo, la noche del domingo, el abogado César Nakazaki aparentemente contradijo esa revelación. Este es el intercambio entre Nakazaki y la periodista Mónica Delta:

Mónica Delta: ¿Nunca se reunió con el presidente Karelim?

César Nakazaki: Jamás. Jamás.

Mónica Delta: El presidente ha dicho en una entrevista que sí la conoció y en la otra entrevista que… enfrente a la Fiscalía que no.

César Nakazaki: Los problemas del presidente y sus explicaciones son problemas de él.

Mónica Delta: Pero, entonces, ¿qué dice Karelim, que no se reunió?

César Nakazaki: Nunca ella ha tenido una reunión con el presidente Castillo. Lo que ella aprecia es que hay varias líneas de negocios privados que tienen como centro Sarratea. Y que es con el beneplácito o con el aprovechamiento del presidente de la República.

Mónica Delta: ¿Pero entonces cómo lo acusa al presidente de ser cabeza de mafia?

César Nakazaki: No, ella lo que ha establecido en su declaración, los hechos que te estoy mencionando. Los titulares que han sacado no son los que aparecen en su declaración.

Pueden ver el video aquí, a partir del minuto 18:26:

Esta declaración de Nakazaki ha sido interpretada por muchos como una suerte de absolución del presidente. Léase, si según su abogado la declaración de Karelim López no señala directamente al presidente Pedro Castillo como cabeza o miembro de una mafia, entonces la prensa ha tergiversado o malinterpretado las presuntas declaraciones de Karelim López ante la Fiscalía. Esto, por supuesto, independientemente de que esas declaraciones deban ser todavía investigadas por las autoridades.

El lunes 28 por la mañana el abogado Nakazaki volvió a declarar a la prensa. Esta vez en una entrevista con RPP Noticias. Ahí, en dos momentos, Nakazaki parece –repito, parece– respaldar lo que había señalado la noche anterior.

Este es el primer intercambio con los periodistas Carlos Villarreal y Fernando Carvallo:

Carlos Villarreal: Doctor Nakazaki, y también precíseme esto, por favor, porque la versión que se ha difundido es que su patrocinada ha declarado ante el Ministerio Público que le entregó dinero a Pedro Castillo por encargo de Bruno Pacheco, ¿no es cierto eso?

César Nakazaki: Eso no es correcto. Eso no es correcto. Eso no es correcto. 

Fernando Carvallo: ¿No lo ha dicho?

César Nakazaki: Ella en ningún momento…ni lo ha dicho, ni lo ha sugerido. Ella lo que conoce son estas líneas, por ejemplo, no, Samir Villaverde, los sobrinos, el ministro de Transporte y Comunicaciones…porque para llegar al presidente es a través de sus sobrinos en esa línea. Pero ella en ningún momento ha afirmado ninguna entrega de dinero, ni haber presenciado alguna actuación ilícita del presidente. No, eso no ha referido.

Aquí el periodista Villarreal comete un error. Las declaraciones más recientes de Karelim López ante la Fiscalía no señalan eso. Esa presunta entrega de dinero pertenece a una declaración anterior, realizada entre finales de noviembre y principios de diciembre del año pasado, cuando López, según un reportaje publicado el 16 de diciembre de 2021 por IDL Reporteros, intentó por primera vez convertirse en colaboradora eficaz. Ese intento, según el reportaje escrito por Gustavo Gorriti, Romina Mella y César Prado, fue fallido.

La otra afirmación de Nakazaki en la entrevista con RPP que al parecer confirmaría lo que había señalado el día anterior fue esta:

Mabel Huertas: ¿Su defendida Karelim López ha presentado alguna evidencia que vincule directamente al presidente Castillo?

César Nakazaki: No. Lo que ha presentado, Mabel, es todo este conjunto de líneas de negocios que evidentemente solo pueden tener una explicación. En el mejor caso para el presidente, entre comillas, en anuencia. En el peor caso, el beneficio económico.

Digo al parecer porque, si nos ceñimos a lo que señalan los medios que indican haber tenido acceso a las últimas declaraciones de Karelim López ante Fiscalía (es decir, El Comercio y La República), los reportajes publicados no indican que López haya entregado una prueba o evidencia que inculpe directamente al presidente Castillo. Solo existe esa cita textual extraída de la declaración fiscal de López y presente en el artículo escrito por Graciela Villasís publicado en El Comercio, que no hace alusión a prueba o evidencia alguna:

Asimismo, sé que hay una mafia en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), conformada por el presidente Pedro Castillo Terrones, el ministro Juan Silva, las empresas chinas Consorcio Conservación Vial Mazocruz (China Civil Engineering Construction Sucursal del Perú) y otras…

Es decir, al señalar que su clienta no ha presentado «evidencia que vincule directamente al presidente Castillo», Nakazaki no está contradiciendo los informes de la prensa respecto a las declaraciones de Karelim López.

Por la tarde del lunes, el abogado César Nakazaki ofreció una entrevista más, esta vez para el programa online #BaellaTalks conducido por Alfonso Baella. Ahí, Nakazaki dio una respuesta distinta a la que había dado el domingo por la noche. En un momento de la entrevista, citando la portada del diario El Comercio, Baella le pregunta:

Entonces, lo que ha dicho la señora Karelim López en su manifestación claramente, textualmente, y te pido confirmar si es así, [es]: “Sé que hay una mafia en el MTC conformada por el presidente Castillo”. ¿Esto es así?

A lo que Nakazaki responde:

Esa afirmación está dada en la declaración, explicada por las razones que hemos señalado a lo largo de la entrevista. 

El intercambio continúa así:

Alfonso Baella: Entonces, ¿podemos afirmar, César Nakazaki, que Pedro Castillo es el cabecilla de esta organización criminal?

César Nakazaki: Es lo que declara mi patrocinada y por todos los ind…Sin duda alguna todas las líneas de negocio tienen un factor común que es el presidente de la República. La casa de Sarratea era una casa donde el presidente de la República, de acuerdo a una agenda que se le preparaba, realizaba negocios privados. Eso, los indicios, no solo la declaración de Karelim López, lo evidencia sin duda. No otra razón tiene la casa de Sarratea. La casa de Sarratea no fue para comer comida chotana, no fue para reuniones políticas, no fue para que el presidente descanse o visite amigos.

Pueden ver el fragmento de la entrevista aquí, a partir del minuto 1:34:14:

Recordemos:

La noche del domingo 27, luego de que César Nakazaki dijera que Karelim López nunca se ha reunido con el presidente Castillo, la periodista Mónica Delta le pregunta: «¿Pero entonces cómo lo acusa [Karelim López] al presidente de ser cabeza de mafia?». A lo que este responde: «No, ella lo que ha establecido en su declaración [son] los hechos que te estoy mencionando. Los titulares que han sacado no son los que aparecen en su declaración».

Sin embargo, casi 24 horas después, la tarde del lunes 28, el abogado confirmó en una tercera entrevista que su representada había señalado ante la Fiscalía lo indicado en el titular de portada y la nota de El Comercio: «Sé que hay una mafia en el MTC conformada por el presidente Castillo».

¿Se contradice aquí Nakazaki?

Para saberlo, decidí llamarlo por teléfono. En nuestra breve conversación, luego de indicarle que lo que había dicho la tarde del lunes parecía contradecir lo que había señalado la noche del domingo, Nakazaki me dijo, respecto a su afirmación ante la periodista Mónica Delta, lo siguiente: «Fue una imprecisión de mi parte. No fue mi intención desacreditar lo que había señalado mi patrocinada».

Puede parecer un asunto menor, pero no lo es. Con esta breve declaración, el abogado Nakazaki confirma que la aspirante a colaboradora eficaz Karelim López sí señaló ante la Fiscalía que el presidente Pedro Castillo forma parte de una mafia en el MTC. Y la Fiscalía, me imagino, pese al ruido mediático y demás dimes y diretes, ha de estar obrando en consecuencia.

¿Qué es lo que ocurrirá con Pablo Casado y ese «viva el Rey»?

Este post iba a ser originalmente un hilo de tuits, siguiendo la máxima de Joe Wiesenthal, pero se me estaba haciendo demasiado largo, así que preferí montarlo aquí para hacerlo más manejable y comprensible.

El sábado 8 de setiembre de 2018, Pablo Casado, actual líder del Partido Popular, principal partido de la derecha española, presidía la Junta Nacional del partido y ofreció este discurso:

No voy, por supuesto, a detenerme en el fondo del mensaje. Eso no es lo que me interesa. Voy a detenerme en la forma y la estrategia de comunicación que revela.

Voy a ser muy breve, porque el mensaje no amerita más, pero creo sí que es importante que quienes nos dedicamos a la comunicación o el periodismo seamos conscientes de qué estamos haciendo y de la manera en que somos presas fáciles de manipulaciones tan burdas como esta.

Alguien, no sé quién, pero sería muy interesante saberlo, está pensando detrás de Casado y sabe perfectamente lo que hace. Sabe a quién va dirigido ese mensaje y qué espera conseguir con él.

Esto es lo que va a pasar –y de hecho ya está pasando desde anoche– con el discurso de Pablo Casado y ese «viva el rey» en España. El discurso está cuidadosamente diseñado para soliviantar a mucha gente. Mucha de esa gente saldrá a Twitter o su red social favorita a indignarse, a hacer bromas sobre Casado y su mensaje, a insultarlo y demás. Resultado: amplificarán el discurso.

Lo mismo harán los rivales políticos de Casado. Aquí pueden ver un ejemplo:

Resultado: amplificarán el discurso.

A continuación o en simultáneo, periodistas y medios llenarán páginas y páginas y horas de horas de transmisión con el mensaje. Lo «analizarán», «discutirán», etc. Habrá portadas, editoriales, columnas, tertulias y demás. Habrá, incluso, ese género ridículo de notas «Twitter/Internet/las redes se mofan/burlan/destruyen/ a X» o «X revoluciona las redes». El resultado en este caso es algo distinto que con los usuarios de redes.

¿Qué conseguirán los medios y periodistas? Muy sencillo.

  1. Amplificarlo, al igual que los usuarios indignados.
  2. Legitimarlo: al discutirlo y dedicarle centenares de artículos y decenas de horas de radio y TV, estaremos diciendo que es un mensaje que merece ser parte de la conversación.
  3. Acercarlo y hacerlo digerible para su audiencia: hay mucha gente que nos odia y cuestiona todo lo que hacemos, a veces con razón. Cuando digamos que es un insensato y un facha o algo similar, habrá mucha gente que piense que esa vehemencia y énfasis en descalificar el discurso de Casado son sospechosos y mira, si estos se molestan tanto, algo de razón tendrá.

Quien escribió y escenificó la puesta de escena de ayer sábado sabía todo esto. Tanto lo sabía, que fue uno de los momentos, el tercero para ser exactos, que aisló y destacó la transmisión del evento realizada por la cuenta oficial del Partido Popular en Twitter.

Y es así que, gracias al trabajo en equipo del asesor o asesora de comunicación de Pablo Casado –cuyo nombre desconozco pero apostaría que ha trabajado o estudiado en Estados Unidos: se notan de lejos los hilos de la explotación de la guerra cultural– y los esforzados periodistas y medios de comunicación que caen redondos a cualquier tipo de provocación y/o manipulación, que el viejo consenso que señala que en España la extrema derecha es marginal y no tiene representación política dejará muy pronto de ser cierto.

Ese «viva el rey» jalado de los pelos y pegado con cinta adhesiva en medio del discurso de ayer es solo el comienzo. En serio. No tardaremos mucho en ver cómo este tipo de mensajes se repiten y van in crescendo. Ojalá periodistas y medios reaccionen a tiempo. Ojalá.

 

Al menos nos quedará una taza

Como imaginarán los que han leído algo del trabajo que vengo haciendo y que se ha convertido en este libro, esta va a ser una velada crítica y un tanto dura con mi oficio, habrá quien piense que hasta pesimista. Yo prefiero pensar que, más que de pesimismo, se trata de un optimismo interrogador.

Así que antes de empezar con los palos, me gustaría celebrar el trabajo periodístico que merece la pena celebrarse y pedir un aplauso para mis dos presentadoras, Nelly Luna de Ojo Público y Romina Mella de IDL Reporteros, dos de las mejores periodistas que conozco, dos periodistas gracias a cuyo trabajo este país es mejor, o menos peor, vamos a ser sinceros. Trabajo que hemos podido ver, en todo su esplendor, estas últimas semanas y que ha remecido hasta el tuétano nuestra delicada y maloliente institucionalidad.

No pensaba escribir nada para hoy, pero esta mañana me acerqué a una librería porque estaba buscando un libro que no encontré ayer en la feria. En esa librería tienen junto a la caja mi libro y esta taza. El dueño es amigo mío, no se vayan a creer que soy tan importante. Mientras pagaba el librito que compré y bromeaba con el dependiente acerca de cuántas tazas se habían vendido, un señor a mi lado, que había pagado ya su compra, me miraba intrigado. «Es mi libro», le dije. «Y mi taza». El tipo leyó el título y el subtítulo.

«¿Hablas solo de los medios digitales, por lo del algoritmo, digo, o también de los medios impresos?», me preguntó.

«En realidad hoy todos los medios son ya digitales, aun cuando tengan un pie a cada lado. Ocurre que el negocio impreso ha volado por los aires, y el negocio digital es todavía un misterio para todos. Un misterio que, ahora mismo, nadie parece que vaya a resolver».

«Bueno, me dijo, el negocio ha sido vivir del Estado, cobraban millones en publicidad de los gobiernos, sobre todo los miembros del cartel mediático, que actúan como sicarios mediáticos a sueldo».

«Cartel o sicariato mediático son términos un tanto exagerados», le dije. «Y, además, eso no es así. La publicidad estatal es –o era– una parte de los ingresos de los medios. No toda, ni mucho menos. Y pese a que en ocasiones se utilizaba con una discrecionalidad sospechosa, los medios brindaban un servicio a cambio: informar a los ciudadanos de políticas y programas de estado, así como publicitar iniciativas que era importante dar a conocer. El problema, en realidad, es que el modelo de negocio entero está en crisis».

«¿No serás caviar tú, no?, me soltó con una media sonrisa. «Yo he trabajado en prensa, he trabajado en un medio del cártel mediático, conozco el monstruo por dentro. A mí no me van a contar cuentos».

«Yo sé que la tentación conspiranoica es muy poderosa, pero créame que en la gran mayoría de casos, la gran mayoría de veces, no se trata de una conspiración guiada por intereses empresariales o ideológicos, si no de mera incapacidad para comprender los profundos cambios de la industria y la repercusión que esos cambios han traído, en poquísimo tiempo, a la forma de producir, distribuir y consumir información. Ya conoce el dicho: no atribuya a la malicia lo que es perfectamente explicable por la estupidez».

Seguimos conversando durante unos 20 minutos. Nunca en mi vida había visto a este hombre, probablemente nunca lo vuelva a ver, y casi seguro estaremos en desacuerdo en infinidad de temas. Pero, pese a sus prejuicios, la rabia y sarcasmo mal disimulado con que esgrimía su teoría de la conspiración, su preocupación por la prensa era sincera.

El tipo, en efecto, había trabajado en una empresa de medios, estaba informado acerca de la actualidad política, estaba pasando su domingo por la mañana comprando libros en una librería (en uno de los países con menor índice de lectura de libros del continente), le preocupaba la polarización de la discusión pública y el Perú que estábamos construyendo entre todos, clase política, medios y ciudadanos. «Es así como empiezan las guerras civiles», me dijo en un momento.

Y, pese a todo esto, estaba más dispuesto a creer que existe una elaboradísima conspiración urdida por medios de comunicación, ONGs, periodistas a sueldo, políticos y hasta organismos internacionales para imponer una ideología «caviar» y desestabilizar el país, antes que aceptar que sí, en efecto, existen distintos actores en la discusión pública que defienden sus propios intereses, que algunas veces esos intereses coinciden, pero no siempre ni mucho menos, y que los medios, en realidad, la mayoría de las veces ven pasar la pelota de ping pong de un lado a otro de la mesa incapaces de entender o influir o explicar nada porque donde antes éramos árbitro, red y hasta la misma mesa, hoy somos a duras penas recogepelotas.

Como ese hombre hay miles sino millones de personas, en este país y en todas partes, a uno y otro lado del espectro ideológico, dueños de sus prejuicios, filias y fobias, como todos, que ven con preocupación que es cada vez más difícil discutir, que se ven ellos mismos incapacitados para mantener una discusión con alguien con quien discrepan acerca de lo que sea, y que ven, además, que muchísimos medios de comunicación, esos que antes albergaban y encauzaban esa discusión, han abdicado por completo de su trabajo. Y les asusta.

No entienden bien por qué, pero no saben que nosotros mismos, los periodistas o responsables de medios, tampoco lo entendemos, también estamos asustados y que, en la mayoría de los casos, estamos tan ocupados en sobrevivir que ni siquiera podemos concedernos el lujo de detenernos un momento para reflexionar al respecto e intentar salvar algo de la casa que vemos derrumbarse a nuestro alrededor.

Por eso escribí este libro. Para intentar entender. Porque no conozco otra manera mejor de pensar que leyendo y escribiendo, aunque sufra de forma absurda delante del teclado y mis editores me odien debido a ello. Porque adoro este oficio como adoro pocas cosas, porque creo que el mundo sería un lugar peor sin esto que hacemos. Y porque creo, sinceramente, que así como ese hombre con que me topé esta mañana en esa librería, y así como todos ustedes, que me han hecho el favor de venir hoy a acompañarme, allá afuera hay mucha gente con ganas de hacerse preguntas, con ganas de entender.

Espero que este libro a todos nos sirva un poco en ese empeño. Y, si no, bueno, al menos tendremos la taza para el café.

Gracias.

*Este fue el texto de presentación del libro No hemos entendido nada, el día 22 de julio de 2018, en la Feria Internacional del Libro de Lima.

A propósito del sondeo de GFK y Julio Guzmán: ¿Qué nos dicen en realidad las encuestas?

Más allá de las bromas, en la encuesta de GFK que muchos han comentado en estos días hay algo que sí me llama la atención. Pero tiene que ver, más que con la encuestadora o la metodología, con los encuestados. Cuando responden a la pregunta «¿Usted aprueba o desaprueba el desempeño de Julio Guzmán?», ¿a cuál desempeño se refieren?

Veamos el cuadro:

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Con la excepción de Alfredo Barnechea, quien aun así tiene un pasado político anterior a su candidatura de 2016, todos los personajes que no se llaman Julio Guzmán y que aparecen en ese cuadro, o bien detentan cargos ganados en una elección, o lo han hecho en el pasado reciente, o tienen una larga historia política a cuestas, o aparecen constantemente en medios como actores políticos.

Según señala la propia ficha técnica de la encuesta de GFK, el sondeo se realizó entre los días 21 y 25 de abril. Los resultados de la encuesta anterior de la misma consultora se publicaron el día 21 de marzo. Es decir, el desempeño sobre el que se les pregunta a los encuestados es el que tuvieron los personajes políticos entre ese 21 de marzo y el reciente 25 de abril.

¿Cuál ha sido el desempeño del precandidato Julio Guzmán en ese lapso de tiempo?

Bueno, en realidad, todo el desempeño de Guzmán en ese periodo se limita a esto:

Seis tuits:

–Un video en su página de Facebook, que pese a haber recibido pauta publicitaria cuenta con solo unas 11 mil vistas:

 

–Una entrevista publicada en Hildebrandt en sus trece, un semanario con una circulación relativamente pequeña y que no comparte sus artículos en internet más allá de esas capturas de pantalla difíciles de leer en Twitter y Facebook:

–Y un comunicado en el que su partido anuncia que –a pesar de lo señalado en marzo de 2017, cuando el vocero de la agrupación dijo: «Definitivamente competiremos en las municipales y regionales»– no presentará candidatos para las elecciones regionales y municipales de octubre de 2018:

Siendo generosos, podríamos sumar también la cobertura recibida por las iniciativas de los congresistas Richard Acuña y Mauricio Mulder para limitar las candidaturas al Congreso y a la presidencia a quienes cuenten con «tres años de inscripción» en un partido político. Proyectos de ley que, de prosperar, sacarían de carrera tanto a Guzmán como a Verónika Mendoza, pero acerca de los cuales el líder del Partido Morado no había hablado sino hasta este domingo, día 29, cuando ya había sido publicada la encuesta de GFK.

Recapitulemos: seis tuits, un video en Facebook, una entrevista, el anuncio de no participar en las elecciones inmediatas y una vaga amenaza de inhabilitación política en contra. Listo, ese sería todo el desempeño político del precandidato Julio Guzmán. ¿Es ese el desempeño que un 28% de los encuestados valora de forma positiva? ¿En serio?

Algunos de sus militantes afirman que, en realidad, lo que valoran los encuestados es la labor política a pie de calle que realiza el Partido Morado*:

Y, si bien es cierto que la organización liderada por Guzmán viene acercándose a los ciudadanos en la calle desde que acabara la campaña presidencial de 2016, es difícil que las llamadas #giramorada hayan alcanzado a ese 28% de la población que hoy aprueba el desempeño de Guzmán y que, según el cuadro con que inicia este post, alcanzaba un 36% en febrero y 26% en marzo.

Digo según el cuadro porque, si bien aparecen las cifras en ese cuadro y hay otras encuestas que sí publicaron resultados sobre la aprobación de Guzmán en los meses anteriores, los sondeos de GFK publicados en febrero y marzo en su página web no registran la pregunta sobre aprobación de desempeño referida a Julio Guzmán. Imagino que se trata de un descuido.

Volviendo al tema central, pareciera que lo que valoran de Julio Guzmán los encuestados es, en realidad, que no se apellida Fujimori, García, Humala o Acuña. Porque, bien mirado, casi todo su desempeño, ese que supuestamente aprueba el 28% de los encuestados por GFK, se limita a no ser ninguno de los otros personajes. Y ser, además, prácticamente un desconocido.

Esto sería refrendado por un detalle también presente en la encuesta de GFK: quien le sigue en valoración es Barnechea. Otro político casi tan desconocido para el gran público y ausente de la discusión política diaria en medios como Guzmán.

De ser así, lo que en realidad nos está diciendo este apartado específico de la encuesta de Opinión Pública de GFK que tanto se ha comentado es que el desprestigio de la clase política peruana y la desafección que sienten los electores por sus representantes siguen creciendo día a día, sin visos de mejora.

Lo que en realidad nos está diciendo esa supuesta valoración del «desempeño» del precandidato Julio Guzmán es que, tras dieciocho años de recuperada la democracia y luego de los gobiernos de Alejandro Toledo, Alan García II, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski el Breve, los electores peruanos están dispuestos a entregarle las riendas del país a cualquiera que no sea o no se parezca a un político de los que ven a diario en los noticieros.

Ese cualquiera hoy parece ser Julio Guzmán. Mañana, quién sabe.

*Este artículo fue actualizado el miércoles 2 de mayo a las 8:15 para incluir el comentario de @GastonMS sobre el trabajo de campo del Partido Morado y una breve reflexión al respecto.

La alianza secreta entre PPK y Fujimori: ¿Dónde está la primicia de Reuters?

El viernes 26 de enero, a las 14:31, la agencia Reuters publicó un reportaje firmado por los periodistas Mitra Taj y Marco Aquino titulado así:

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La nota había aparecido unos minutos antes en inglés con un titular un tanto diferente:

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En ambas el énfasis se encuentra en el carácter «exclusivo» de la información. Durante el resto del día varios medios peruanos repitieron la supuesta primicia.

¿Cuál era la primicia conseguida por Reuters? La respuesta, como corresponde, se encuentra en el inicio del reportaje (las negritas son mías):

Tres meses antes del indulto a Alberto Fujimori, el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, recibió al hijo del exmandatario poco después de anunciar en el Palacio de Gobierno otro cambio de gabinete forzado por la oposición fujimorista.

Mientras recorría y tomaba fotos con su celular de las salas y pasillos donde alguna vez vivió cuando era niño, el ahora legislador Kenji le pidió a Kuczynski que liberara a su convicto padre enfermo a cambio de apoyo político en el Congreso, dijo una fuente cercana al presidente que no quiso ser identificada.

Párrafos más adelante, la fuente anónima prosigue:

El hijo menor de Fujimori le dijo a Kuczynski que él junto a otros legisladores de Fuerza Popular descontentos por el comportamiento de su partido podrían ayudarlo a gobernar hasta el final de su mandato en 2021, afirmó la fuente.

La reunión entre Kuczynski y Kenji el 17 de septiembre marcó el inicio de varias citas entre mediadores de ambos lados para allanar el camino del indulto, dijo la fuente, que se reunió tres veces con Reuters. “La confianza con Kenji nació allí en Palacio”, afirmó.

Los mediadores, incluyendo a funcionarios de segunda línea del Gobierno, visitaron al menos media docena de veces a Fujimori en la celda que ocupa en una base policial de Lima, como parte de las conversaciones, agregó.

Párrafos después, la misma fuente anónima explica:

Kuczynski planeó entonces conceder el indulto en la tercera semana de diciembre, dijo la primera fuente, pero un inesperado hecho movió el tablero y puso a prueba la alianza con Kenji: el pedido del Congreso para destituir al presidente por sus lazos con firmas que recibieron pagos de la brasileña Odebrecht.

Kenji prometió a Kuczynski al menos tres o cuatro votos para hacer naufragar el pedido de destitución del presidente.

Como indica la propia nota de Reuters, tanto Pedro Pablo Kuczynski como Kenji Fujimori han negado que el indulto fuera fruto de una negociación. Pero la ciudadanía no les cree. Según una encuesta de Datum publicada el 12 de enero por el diario Perú21, el 78% de los encuestados piensa que los votos de Kenji Fujimori y otros nueve congresistas de Fuerza Popular que impidieron la vacancia de PPK se dieron a cambio del indulto.

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Durante semanas la prensa ha especulado sobre el acuerdo que PPK y Kenji Fujimori niegan. Numerosos columnistas de Opinión han escrito a propósito de —para robarle la expresión al politólogo Alberto Vergara— «el pacto Barbadillo-Choquehuanca» (en alusión a la cárcel donde se encontraba preso Fujimori y la calle del distrito de San Isidro donde vive el presidente Kuczynski), guiándose por la multitud de indicios que invitan a pensar que el presidente y el congresista mienten. Aquí van unos cuantos de esos indicios.

-Estos tuits de Kenji Fujimori:

El primero, publicado minutos después de que la abstención de Fujimori y otros nueve congresistas permitieran al presidente Kuczsynski sortear la moción de censura:

Este otro, de principios de enero, en el que el congresista Fujimori se adjudica el logro de haber liberado a su padre. Si no hubo negociación, ¿cuál es la manera en que el congresista consiguió esa liberación? ¿por qué hincha el pecho de orgullo si no tuvo incidencia en la decisión del presidente PPK?:

-La explosión de júbilo de los congresistas fujimoristas que, junto a Kenji Fujimori, se abstuvieron y frenaron la censura a Kuczynski en el Congreso:

-Las lágrimas de Kenji Fujimori minutos después:

En este excelente reportaje de Ojo Público publicado el 28 de diciembre, cuatro días después de que PPK firmara el indulto de Alberto Fujimori, se consignan otros tantos indicios. Entre ellos, las numerosas visitas de Kenji Fujimori y algunos de los congresistas disidentes al ex dictador durante los días previos a la votación y el indulto, la rapidez con que se desalojó la espaciosa celda que Alberto Fujimori venía ocupando desde 2007 y, sobre todo, la celeridad con que se tramitó la gracia presidencial. Así explican esto último los periodistas Jonathan Castro y Ernesto Cabral en la nota (las negritas son mías):

Ojo-Publico.com determinó –tras acceder a las resoluciones de 19 gracias presidenciales otorgadas entre los años 2016 y 2017– que el indulto para Fujimori es el más rápido que ha otorgado este gobierno. El trámite para un indulto humanitario dura en promedio cuatro meses, e incluso en los casos más lentos, los reos Jan Rohlik y Luis Santillán Gonzalez, tuvieron que esperar entre 14 y 11 meses, respectivamente, para recuperar su libertad.

En el presente caso, el trámite pasó del penal Barbadillo a la Junta Médica Penitenciaria y de allí a la Comisión de Gracias Presidenciales y al despacho Presidencial en 13 días. Entre el 11 y el 24 de diciembre, el indulto a Alberto Fujimori se convirtió en el más rápido de este gobierno.

Ante esa evidencia, tanto la opinión pública como la prensa peruana e internacional han dado por buena la versión no confirmada del pacto entre Kuczynski y Fujimori. Como muestra, estas líneas escritas por los periodistas Jacqueline Fowks y Carlos E. Cúe en el diario El País (las negritas son mías):

Pero el hijo menor, Kenji, parlamentario, se colocó del lado de su padre, que quería salir de prisión a toda costa, y movió los 10 votos necesarios, rompiendo así el grupo liderado por su hermana. Así salvó a PPK, que se libró por ocho votos de ser destituido.

Al final, Kuczynski cumplió el pacto e indultó al patriarca en Nochebuena. Los Fujimori, Keiko incluida, mostraron su alegría y comenzaron a buscar su reconciliación familiar con su padre internado en una clínica, ya en libertad. Pero la política peruana estalló por los aires y ahora PPK tendrá difícil contar con alguien más que no sean los propios Fujimori con los que acordó su salvación.

Tanta es la convicción de la prensa que incluso este editorial del diario El Comercio, publicado el 26 de diciembre, dos días después del indulto, da por sentado que este fue fruto de una negociación (las negritas son mías):

Kuczynski tiene sí una atenuante en las circunstancias en las que decidió violar su palabra y dar el indulto: o aceptaba darlo u hoy no sería el presidente.

¿Cuál es, entonces, la primicia de los periodistas Taj y Aquino en su nota para Reuters? ¿Si el supuesto pacto ha sido analizado y comentado hasta el hartazgo en diversos artículos y columnas, en dónde radica la «exclusiva» que Reuters publica y los medios peruanos rebotan?

La primicia sería haber conseguido que una persona con conocimiento de la negociación confirmara lo que todos sospechamos y presumimos cierto. De hecho, eso es lo que intenta vender el reportaje de Reuters con la expresión «dijo una fuente cercana al presidente que no quiso ser identificada».

Uno puede entender que la persona que realiza una acusación así de grave contra el presidente de la República opte por hablar únicamente si su nombre no es revelado. Lo que resulta más difícil de comprender es que una agencia periodística del prestigio de Reuters haga uso de una única fuente anónima en una acusación tan seria sin explicar a los lectores por qué deberíamos confiar en ese testimonio.

¿Cómo sabemos los lectores que esa persona sabe lo que dice saber? ¿Por qué no nos explican Taj y Aquino qué razones tienen para creerle? ¿Qué diferencia el convencimiento que tienen los periodistas de Reuters al que tenemos todos los otros periodistas del país que no afirmamos tener una exclusiva o una prueba al respecto?

Todos los que somos periodistas y trabajamos en Perú, o que mantenemos contactos con distintas instancias del mundo político, hemos escuchado mil y un versiones acerca de la negociación entre el presidente PPK y Kenji Fujimori.

Yo mismo he recibido información de, por lo menos, dos fuentes que afirman tener conocimiento de lo ocurrido. Y les creo. Su relato tiene sentido, encaja con toda la información de conocimiento público que he reseñado arriba y, además, son personas de las que me fío, he podido comprobar en ocasiones anteriores que la información que me facilitaron era cierta.

Pero, ninguna de las dos está dispuesta a hablar on the record con su nombre y apellido y aquello que me han contado es imposible de verificar sin su testimonio o su colaboración. Lo que me incapacita para publicar la información recibida. ¿Por qué habrían de creerme los lectores si no puedo explicar la razón de mi convencimiento?

En el libro The Elements of Journalism, uno de los manuales más útiles que existe sobre el oficio, Bill Kovach y Tom Rosenstiel hablan del «espíritu de transparencia» como el elemento más importante en la verificación:

(…) la única manera de sincerarse con la gente acerca de lo que sabes es revelar todo lo que puedas sobre tus fuentes y métodos. ¿Cómo sabes lo que afirmas? ¿Quiénes son tus fuentes? ¿Cuán directo es el conocimiento que poseen? ¿Qué intereses podrían tener? ¿Hay versiones encontradas? ¿Qué es lo que no sabemos?

La transparencia, indican más adelante Kovach y Rosenstiel:

(…) es una señal de respeto para con la audiencia. Permite que la audiencia juzgue la validez de la información, si el proceso para obtenerla fue el correcto y los motivos o intereses de las personas que la proveen.

¿Cómo conseguir esa transparencia? Según los autores:

La identificación clara y detallada de las fuentes es la manera más efectiva a disposición de los medios, y constituye la base de una relación más abierta con el público.

Y terminan:

El espíritu de transparencia es el mismo principio que gobierna el método científico: explica cómo descubriste algo y por qué crees que es cierto, de manera que la audiencia pueda hacer lo mismo. En ciencia la fiabilidad de un experimento, o su objetividad, la define la posibilidad de que un tercero replique el experimento [y obtenga los mismos resultados]. En el periodismo solo explicando cómo sabemos lo que sabemos podemos aproximarnos a la idea de que la gente, si así lo desea, pueda replicar la investigación.

El uso de una fuente anónima, contrariamente a lo que algunos piensan, no es un salvoconducto para ignorar ese espíritu de transparencia. Más bien al contrario. Dado que la confianza que el periodista o el medio está pidiendo a la audiencia es mayor («tú no sabes quién es esta persona pero yo sí, creo en lo que dice, y tienes que confiar en mí»), la transparencia en el manejo de la información también debería serlo.

¿Por qué habría de confiar la audiencia en lo que dice un periodista? Porque explica de dónde procede la información. De nuevo Kovach y Rosenstiel:

Una de las primeras técnicas desarrolladas por los periodistas para garantizar su fiabilidad fue explicitar las fuentes proveedoras de la información. Mr. Jones dijo esto y esto, en tal o cual discurso en el Elks Lodge, en el reporte anual, etc. Esa dependencia de lo que dicen otros para obtener información siempre ha requerido de una mirada escéptica. Un axioma decía: «Si tu madre dice que te ama, veríficalo». Si la fuente de la información es descrita con propiedad, la audiencia puede decidir por sí misma si la información es confiable.

¿Qué ocurre cuando la fuente es anónima? Según los autores de The Elements of Journalism:

Llegados a este punto, para determinar si la fuente es fiable, la audiencia debe depositar aún más confianza en el medio o periodista. Una manera de atenuar ese depósito es compartir la mayor cantidad de información acerca de la fuente anónima, sin dejar de protegerla.

¿Qué nos dicen Taj y Aquino acerca de la fuente de su primicia? Toda la información se reduce a esto: «una fuente cercana al presidente que no quiso ser identificada» y «la fuente, que se reunió tres veces con Reuters».

¿Qué verificación de las afirmaciones de su fuente llevaron a cabo? No se nos dice.

En el texto de Taj y Aquino hay un indicio de que los periodistas intentaron cotejar su denuncia:

Otras dos fuentes del gobierno y una fuente que trabajó en el gabinete dijeron que un indulto humanitario para Fujimori fue discutido durante meses como una forma de dividir a Fuerza Popular. Pero la ministra de Justicia rechazaba el perdón.

El problema es que lo que esas otras tres fuentes confirman no es la denuncia principal del reportaje. Lo que afirma el reportaje es que Kuczynski y Kenji Fujimori negociaron, sin lugar a duda, el indulto a cambio de unos votos en el congreso que le permitían salvar la cabeza al presidente. Lo que dicen esas fuentes es distinto: que el indulto se discutió en el Ejecutivo «como una forma de dividir a Fuerza Popular».

Si cotejaron ese detalle paralelo con «dos fuentes del gobierno y una fuente que trabajó en el gabinete» (y, curiosamente, esas descripciones son más precisas que la que utilizan para la principal fuente: «una fuente cercana al presidente»), ¿por qué no cotejaron el fondo de su denuncia, que se deja en boca de una fuente anónima? Si lo hicieron, ¿por qué no se nos dice a los lectores?

Que el presidente Kuczynski estuviera evaluando el indulto al ex dictador Fujimori en los meses previos no es una novedad. De hecho, él mismo señaló en junio y julio de 2017 que el gobierno barajaba la posibilidad.

Así como tampoco es noticia que se haya reunido con Kenji Fujimori en Palacio de Gobierno a mediados de setiembre. El mismo congresista hizo pública la reunión en su cuenta de Twitter:

No son esos detalles los que necesitaban confirmación, sino el contenido de la reunión y las acciones que dispararon los supuestos acuerdos alcanzados.

Entre todas las afirmaciones de la primera fuente, hay una que me llama particularmente la atención. Dice así:

La reunión entre Kuczynski y Kenji el 17 de septiembre marcó el inicio de varias citas entre mediadores de ambos lados para allanar el camino del indulto, dijo la fuente, que se reunió tres veces con Reuters. “La confianza con Kenji nació allí en Palacio”, afirmó.

Los mediadores, incluyendo a funcionarios de segunda línea del Gobierno, visitaron al menos media docena de veces a Fujimori en la celda que ocupa en una base policial de Lima, como parte de las conversaciones, agregó.

Todo el resto de lo que dice la fuente en el reportaje se refiere a supuestas conversaciones entre el presidente y el congresista. Es decir, cabe la posibilidad de que esas conversaciones no hayan sido presenciadas por nadie más que por los dos protagonistas y la fuente que dice tener conocimiento de ellas. Léase, cabe la posibilidad de que sean casi imposibles de verificar.

Pero este fragmento que señalo arriba no. Ahí hay «mediadores de ambos lados», entre los que se cuentan «funcionarios de segunda línea del Gobierno» que «visitaron al menos media docena de veces a Fujimori en la celda que ocupa en una base policial de Lima».

Es decir, hay varias personas, fuera del presidente y el congresista Fujimori, que podrían verificar el testimonio de la fuente. ¿Saben los periodistas de Reuters quiénes son esos mediadores? ¿Buscaron su testimonio? ¿Lo consiguieron? ¿Se lo negaron? No lo sabemos, optaron por ignorarlo en su texto.

Pero, además, no solo hay terceras personas que podrían corroborar lo que señala la única fuente de la denuncia, sino que hay visitas a una cárcel ubicada dentro de una base policial, que en teoría deberían constar en un registro oficial (de hecho, sabemos que hay otros periodistas que han accedido y publicado registros de visita de esa misma dependencia). ¿Consultaron los periodistas de Reuters ese registro? ¿Aparecían ahí los nombres de los supuestos mediadores señalados por la fuente? De nuevo, no lo sabemos. Los reporteros de Reuters optaron por privar a los lectores de cualquier información al respecto.

No son detalles irrelevantes. Si toda una denuncia se basa en la información provista por una fuente cuyo nombre no se puede o no se quiere publicar, son precisamente esos detalles, el cotejo de esa información con otros testimonios o pruebas documentales, lo que sirve para darle validez a lo que dice la fuente. Son esos detalles, de ser expuestos en la nota, la razón por la que el público habría de creer a los periodistas.

Si bien todos los medios deberíamos ser más escrupulosos en el manejo de fuentes y —en tiempos de fake news y desinformación galopante— deberíamos poner especial énfasis en el espíritu de transparencia, en el caso de las agencias de noticias como Reuters la responsabilidad es aun mayor.

Como sabe cualquiera que haya trabajado en una redacción, la información proveniente de una agencia suele ser tratada por los periodistas como ya confirmada y lista para publicar sin necesidad de verificación alguna.

Es así en casi todo el mundo. Como explica el periodista Nick Davies en su libro Flat Earth News:

Por ejemplo, el manual interno de la BBC señala de forma específica que los periodistas deben contar con al menos dos fuentes para cada historia. A menos que estén publicando información de PA [Press Association, una de las agencias noticiosas más importantes de Reino Unido], en cuyo caso pueden publicar directamente. Una notificación especial del consejo periodístico de la BBC del 1 de diciembre de 2004 indicaba al personal: «Press Association puede considerarse como única fuente ya confirmada». La nota resaltaba esa oración en negritas.

Intrigado por los detalles y explicaciones ausentes de la nota de Reuters sobre Kuczynski y Kenji Fujimori, intenté comunicarme con sus autores. Crucé un par de mensajes de Facebook Messenger con Marco Aquino la noche del sábado 27. El domingo, horas después de nuestro último mensaje, le pregunté: ¿De qué manera corroboraron el testimonio de la fuente anónima y por qué no se explica en la nota si lo hicieron y cómo? Aquino vio mi mensaje pero no volvió a responderme.

En paralelo, el mismo sábado, escribí un email a la dirección que Mitra Taj consigna en su cuenta de Twitter. El lunes 29 recibí un amable correo de vuelta en el que Taj me preguntaba qué deseaba saber sobre la nota. Le respondí, explicando que tenía algunas dudas sobre el uso de la fuente anónima y repitiendo las preguntas que le había hecho a Aquino. Taj me respondió poco después pidiéndome algo de tiempo para solicitar autorización de la agencia antes de declarar.

Su respuesta final llegó la tarde del día miércoles 31. La comparto, traducida, en su integridad:

Desafortunadamente no podemos ofrecer más detalles acerca de por qué confiamos en esta fuente sin entrar en detalles confidenciales sobre nuestra recolección de información. Si bien siempre nos esforzamos por nombrar a nuestras fuentes, utilizamos fuentes anónimas en caso excepcionales, y este ha sido uno de ellos. Nuestras prácticas periodísticas obedecen a principios rectores que han convertido a Reuters en una las organizaciones noticiosas más confiables del mundo. Respaldamos nuestra historia, en la que aportamos información relevante, rigurosa y nueva que merecía ser de dominio público.

Una vez más, el problema es que, sin esos detalles, los lectores no sabemos por qué debemos confiar en esa fuente. El reportaje de Taj y Aquino no aporta la información suficiente más allá de un titular vistoso colgado del testimonio de una fuente anónima.

Que dos experimentados periodistas peruanos hallan patinado recientemente y a propósito de este mismo asunto y sus múltiples ramificaciones, debería ser una poderosa llamada de alerta ante los peligros de confiar en una fuente única, sea esta anónima o pública:

Por más que todos creamos, en base a los varios indicios mencionados al comienzo, que PPK y Kenji Fujimori negociaron, lo que hace Reuters es grave. Está acusando directamente —no especulando ni infiriendo como han hecho otros tantos periodistas— al presidente de la República en un reportaje sin más prueba que una voz anónima. Y está pidiéndole al lector –y a los otros medios de comunicación, sus principales lectores– que confíe en esa fuente porque sí, sin ofrecer ninguna información adicional que justifique esa confianza. Que confirme nuestros prejuicios y presunciones no es, en modo alguno, suficiente.

Mostrar o no mostrar imágenes violentas: un apasionante debate periodístico

El atentado de Barcelona del pasado 17 de agosto ha reabierto un viejo y fascinante debate: ¿deben o no publicar imágenes violentas los medios de comunicación?

El escritor Juan Soto Ivars -columnista de El Confidencial y autor del recientemente publicado Arden las redes planteaba esta duda en Twitter a la mañana siguiente de que un terrorista de ISIS (o DAESH) al volante de una furgoneta lanzara el vehículo contra una multitud en Las Ramblas de Barcelona, matara a 14 personas y dejara un centenar de heridos:

Para aquellos que no lo recuerden, Aylan Kurdi era un niño sirio de tres años que murió ahogado a principios de setiembre de 2015 cuando él, su hermano y sus padres intentaban llegar a la isla griega de Kos a bordo de una lancha. La embarcación se volteó, y Aylan, su hermano Ghalib y su madre Rehan murieron. Solo sobrevivió el padre de familia, Abdullah. Los cuatro huían de la guerra en Siria junto a otros refugiados.

La fotógrafa Nilüfer Demir, de Doğan News Agency (DHA), llegó a la localidad turca de Bodram el 2 de setiembre de 2015 poco antes de las 6.00 am y se encontró con el cuerpo inerte de Aylan en la playa. «En ese momento, cuando vi a Aylan Kurdi de tres años, me quedé petrificada», explicó Demir en una entrevista días después. «Aylan Kurdi estaba muerto, tumbado bocabajo en la orilla, con su camiseta roja y sus pantalones cortos azules doblados a la cintura. Lo único que podía hacer era lograr que se escuchara su clamor», concluía la fotógrafa. Sus fotos, distribuidas por Reuters y Associated Press, se publicaron en medios de todo el mundo y se viralizaron rápidamente en redes sociales.

Esta es una de las fotos que tomó Demir, quizá la más conocida:

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Foto de Nilüfer Demir. Doğan News Agency

Pese a que en un primer momento hubo un debate sobre la necesidad y pertinencia de publicar las fotos, tanto medios como activistas y una parte del público llegaron al consenso de que era necesario publicar las imágenes de Aylan muerto en la playa. El 3 de setiembre de 2015, diarios de todo el mundo publicaron alguna de las fotos tomadas por Nilüfer Demir en portada:

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Collage realizado por @VoxEuropFR

De las muchas respuestas que recibió Soto Ivars a su pregunta, una de las más interesantes fue la de Barbara Celis, periodista española residente en Taiwan y colaboradora de medios como El País, National Geographic, El Confidencial, entre otros.

El hilo de respuesta de Celis empezaba así:

Lo he convertido en bloques de texto corrido y editado ligeramente para facilitar su lectura:

A mí como periodista me cabrea que la prensa trate de emular la inmediatez de las redes sociales mostrando todo lo que escupen las redes, sin filtro. Porque hoy la prensa debería tener claro que su cometido es otro, es la información, no el espectáculo y videos de cualquiera diciendo cosas que no son ni ciertas.

La prensa no es las redes, y no debería ponerse al nivel de las redes. Debería cuidar sus contenidos, no dar pie a confusión. No alimentar el morbo, ofrecernos información, no espectáculo. Es un error prescindir de la figura ‘editor’ que debería tener aún la prensa.

Y, ojo, no hablo de censura, hablo de edición, que es un concepto diferente que todo periodista creo que entiende. Yo no censuro las redes. Si hay basura que no te gusta te toca aguantar, pero creo que la prensa debería tener otro papel en esta situación. Probablemente por estas cosas los periodistas perdemos respeto y la prensa pierde autoridad y las redes siguen creando adicción.

Las negritas son mías.

Volveré sobre la clave del argumento de Celis, esa mala imitación que hace la prensa de la inmediatez que caracteriza a las redes sociales, más adelante.

La duda de Soto Ivars venía a cuento del rechazo expresado por miles de usuarios de redes sociales hacia los medios que publicaban imágenes de las víctimas de los atentados de Barcelona. El rechazo iba dirigido, sobre todo, contra las portadas de las ediciones impresas del viernes 18 de agosto, que los diarios habían compartido en sus páginas web y cuentas de redes sociales durante la tarde-noche del jueves 17, a las pocas horas del atentado.

Como relata en este artículo Alfredo Murillo, editor jefe de Buzzfeed España, el rechazo fue tal que miles de usuarios aplaudieron a través de comentarios, retuits y likes la supuesta decisión de un supermercado de la comunidad catalana de Alp, que, según la imagen posteada en Twitter por @XaviSerrano1, había optado por no vender «algunos diarios con portadas sensacionalistas y explícitas».

Un tuit posterior de otra cuenta, que utiliza la misma imagen, acumula más de 11 mil retuits y más 15 mil likes:

En otro tuit la misma Bárbara Celis señalaba un hilo de Francesc Pujol, director del Centro MRI (Media, Reputation and Intangibles) y del Programa de Economics, Leadership & Governance de la Universidad de Navarra. Pujol ofrecía una larga argumentación contra la publicación de imágenes de lo ocurrido en Barcelona, que fue secundada por muchos usuarios en Twitter:

En su larguísimo hilo de Twitter –vale la pena leerlo enteroPujol decía que el rol de las fotos de conflictos en prensa, al tener carga política, no es otro que el de fungir de propaganda. Es por eso, dice Pujol, que el debate «no está en si hay que mostrar o no fotos de muertos por atentados, en general, sino del sentido que tienen en cada caso».

Y en ese sentido, según Pujol, «mostrar a los muertos de Barcelona, aquí y ahora es derrota. Es un paso atrás que nos debilita. La imagen en conflictos es propaganda. Porque tiene la fuerza que no da el texto. La imagen crea sentimientos. Mostrar a los muertos es mostrar la derrota en la batalla«.

Es por eso, de nuevo según Pujol, que «aquellos que dicen que mostrar la muerte es lo que Europa necesita para despertarse y luchar contra el islamismo creo que se equivocan. Porque es minoritario: ahora el pavor gana a la indignación».

Ante la supuesta inconsistencia de abogar a la vez por mostrar a Aylan y por no mostrar las imágenes de Barcelona, Pujol insiste: «No hay inconsistencia. De nuevo lo importante es valorar el impacto político que genera la imagen. Es propaganda. La imagen de niño muerto es el summum de la propaganda de guerra. Porque es la esencia de la inocencia. Es víctima. Y se contagia a su bando».

En un tuit posterior Francesc Pujol, ante la pregunta de otro usuario de Twitter, resumía su posición señalando que publicar imágenes de atentados era «hacernos propaganda de guerra contra nosotros, porque nos debilita al desmoralizarnos».

La razón para publicar la imagen de Aylan -y lo que la distingue de las imágenes de lo ocurrido en Barcelona- es, según Pujol, que esa foto «nos hizo entender que [los refugiados sirios] eran víctimas«.

Otra respuesta parecida a la de Pujol, menos articulada pero casi idéntica en el fondo, consiguió eco en muchísimos usuarios de Twitter:

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No he conseguido dar con el comment de Facebook original, pero he visto esa captura de pantalla repetida en muchísimos tuits. Seguramente ustedes también. Según pude encontrar, el primer tuit fue este, que acumula más de 28 mil retuits y más de 30 mil likes:

Los argumentos de Pujol y la -o el- comentarista anónima de Facebook no coincidían solo en las diferencias utilitarias entre mostrar la foto de Aylan y mostrar las fotos de los atentados de Barcelona. Coincidían también en su acusación a la prensa, «que solo busca morbo«.

Pujol elaboraba un poco más sobre esto último: «En el lado de las malas noticias, la prensa no nos va a ayudar mucho en esta tarea. Porque tiene su propia guerra de supervivencia (…) La prensa sabe que la imagen de la muerte genera mucha más reacción que la discreción. Y siempre encontrará argumentos y aliados para vestir su necesidad de conseguir visitas con nuestro morbo impulsivo y contraproducente«.

Si uno, como periodista, asumiera la idea del oficio que exponen Pujol y la comentarista anónima de Facebook, no tendría más remedio que capitular y tomar decisiones editoriales en función de la conveniencia para la causa elegida, en función de la utilidad política de las imágenes (y, por qué no, de cualquier artefacto periodístico). Y, por supuesto, ese no es el trabajo de la prensa. Así como el trabajo de los medios no es poner o quitar presidentes, tampoco es ganar o perder guerras.

Ya he escrito en otra ocasión sobre lo peligroso que es que los periodistas nos convirtamos en cruzados, que supeditemos la construcción de la narrativa noticiosa a una causa, que asumamos nuestro oficio como una misión de ayuda humanitaria o, peor, nos creamos miembros de un escuadrón de batalla.

Si el fin no es la información sino la llamada de atención política, ¿dónde ponemos el coto? ¿Por qué habríamos de obrar así solo en el caso de DAESH? ¿Qué es lo que hace a la guerra contra ISIS especial? ¿Quién -y con qué autoridad- decide que en este caso no pero en los otros sí?

Donde Pujol dice lucha contra el yihadismo, mañana podríamos decir -para hablar solo de casuística militar contemporánea- la guerra de Afganistán, la guerra de Siria o la creciente tensión verbal y posible conflicto entre Estados Unidos y Corea del Norte. Una vez definido el enemigo, los medios no tendrían más opción que cuadrarse y apuntar sus armas en la dirección decidida o asignada. Por supuesto, saldríamos perdiendo todos, medios, periodistas y ciudadanos. Nuestro conocimiento de la realidad se vería terriblemente empobrecido.

Pese a que haya quien trabaje así, manipular la realidad para acotar o teledirigir el impacto y/o las consecuencias de la narrativa construida nunca es una buena opción, mucho menos una práctica periodística que deba ser alentada o convertida en norma. Recordemos si no lo que ocurrió cuando The New York Times y otros medios norteamericanos decidieron que lo justo contra el terrorismo era dar coba y seguir a pie juntillas las mentiras de George W. Bush y sus aliados.

En el fondo, el que plantea Pujol no es sino el viejo debate entre justicia y verdad de que hablaba Hannah Arendt en su clásico ensayo Verdad y política (republicado hace poco en español por Página Indómita en un estupendo volumen titulado Verdad y mentira en política). Arendt zanja rápidamente el debate con su elegancia y elocuencia habitual:

Y es que, aunque podemos rechazar preguntarnos si la vida sería digna de ser vivida en un mundo privado de nociones como las de justicia y libertad, es imposible hacer lo mismo con respecto a la idea de la verdad, idea que en apariencia tiene un carácter mucho menos político. Lo que está en juego es la supervivencia, la perseverancia en la existencia (in suo esse perseverare), y ningún mundo humano destinado a superar el breve lapso de la vida de sus mortales habitantes podrá sobrevivir jamás si no existen hombres dispuestos a hacer lo que Heródoto fue el primero en asumir conscientemente: decir lo que existe. No puede concebirse ninguna permanencia, ninguna perseverancia en la existencia, sin hombres dispuestos a dar testimonio de lo que existe y se les muestra porque existe.

Ese es el trabajo del periodismo: decir lo que existe. Y cuando se trata de periodismo, si uno tiene las evidencias delante, no decir (o no mostrar) lo que existe por conveniencia política o propagandística tiene un nombre: mentir.

Las mentiras, por supuesto, tienen una utilidad política. Pero ocurre, para seguir citando a Arendt, que esa utilidad siempre es a corto plazo:

Siempre se llega a un punto a partir del cual la mentira resulta contraproducente. Dicho punto se alcanza cuando la audiencia a la que se dirigen las mentiras se ve forzada, para poder sobrevivir, a rechazar en su totalidad la línea divisoria entre la verdad y la mentira. Cuando tu vida depende de que actúes como si creyeras, no importa qué es lo verdadero y qué lo falso.

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Página indómita, 2017

Pero más allá de esto, es la segunda parte de la argumentación de Pujol y el comentarista anónimo la que más me interesa. La parte que adquiere tono de acusación. Porque, como decía Antoni María Piqué en un artículo de El Nacional, «es imposible ya esconder o rebajar la ira y la incomodidad de la gente con el trabajo de los periodistas».

Aun asumiendo que Twitter encarrila solo una parte pequeña de la discusión pública (su tasa de penetración es bastante menor frente a otras redes y su ratio de usuarios activos/no activos bajo) y que por lo general en redes sociales la indignación y la ira corren más rápido y con mayor brío que el elogio, que varios miles de usuarios expresen su rechazo -aunque sea a través de un RT o un like- a una práctica periodística habitual no es poca cosa. Los periodistas, ya se ha dicho antes, servimos a nuestros lectores.

La acusación, a grandes rasgos viene a ser: los medios publican imágenes violentas guiados por el morbo, sin ninguna consideración hacia las víctimas, en busca de tráfico para sus páginas web o ventas para sus ediciones impresas.

A esa acusación respondía el periodista Fernando Mas, director adjunto de El Independiente, en un artículo titulado Con perdón, tengo dudas:

No, los medios no publicamos determinadas fotos por placer, por negocio; tampoco vamos a determinados lugares por morbo. Es nuestro trabajo.

(…)

He leído en Twitter tantas sentencias que estoy perplejo. La gente no duda. La gente defiende sin pudor que la imagen de un niño en una playa sacude la conciencia, pero que las de un atentado son morbo y que si no entiendes la diferencia eres, sencillamente, un tarado.

Mas también linkaba a un tuit de Manuel Ansede, periodista de Materia, página de ciencia de El País:

El mismo Ansede, la noche anterior, había publicado este otro tuit para responder a aquellos que decían que las imágenes de muertos (o las imágenes violentas) no tienen valor informativo:

Y el periodista Braulio García Jaén, jefe de actualidad de Vanity Fair España, escribía esto en su muro de Facebook:

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Entre periodistas los límites resultan bastante más claros que para nuestra audiencia. Como bien señalaba el periodista Cristian Campos -colaborador habitual de El Español, Vanity Fair España y Jot Down, entre otros- en su cuenta de Twitter, el único límite verdadero para la publicación de imágenes es poner en peligro una operación policial en curso. O su equivalente, atentar contra la seguridad nacional:

Entre periodistas existe consenso -con matices, pero consenso- en que la discusión sobre publicar o no imágenes violentas no es política, propagandística o meramente emocional. Se trata, decimos casi siempre, de una decisión editorial. Lo explicaba Iñaki Gil, vicedirector del diario El Mundo, en una columna titulada Publicar fotos terribles es nuestro deber, donde decía:

Es lícito publicar fotos terribles de un atentado. Se puede y hasta se debe. Está en el Adn y en la deontología del periodismo. Periodismo es, básicamente, contar lo que pasa. Una fotografía de prensa es un material informativo, no estético.

Ese debate periodístico del que habla Campos en su tuit se produce en las redacciones de medio mundo cada vez que un atentado o evento similar tiene lugar. Ocurre que, a juicio de una parte de nuestra audiencia, el debate dentro de las redacciones no está siendo suficiente o se presume directamente inexistente. Una presunción aventurada que cualquiera que haya trabajado en una redacción puede desmentir.

Pero si, como todos los periodistas que hemos pasado por una redacción sabemos, el debate interno existe y las decisiones no se toman a la ligera, ¿por qué somos incapaces de transmitir y explicar esa complejidad a nuestra audiencia? ¿por qué la audiencia no está dispuesta a otorgarnos el beneficio de la duda?

Tengo una teoría.

El análisis hasta aquí se ha ceñido a las imágenes y noticias publicadas luego del atentado que no ponían en riesgo el trabajo que realizaba la policía. Al periodismo que no se apresuraba a dar información que no tenía sobre algo que ocurría casi en directo. Al periodismo que no intenta «emular la inmediatez de las redes mostrando todo lo que escupen las redes, sin filtro», como bien decía Barbara Celis en el hilo de Twitter que cité al comienzo.

Se quejaba de esas faltas periodísticas, un par de días después, Iñigo Sáenz de Ugarte, subdirector de eldiario.es, a propósito de un supuesto tiroteo en la estación francesa de Nimes, reportado por varios medios:

A los pocos minutos, las autoridades francesas desmentían el supuesto incidente.

Como decía Celis, la prensa comete un grave error en intentar imitar el vértigo de Twitter o Facebook. No solo porque es una apuesta que no puede ganar, sino porque contribuye a la comodificación que las redes sociales han hecho de noticias y artículos. Porque acrecienta la confusión existente entre el contenido que producen medios de comunicación (o periodistas) y aquel que postean usuarios particulares en sus cuentas de Twitter o Facebook.

Esta confusión, de forma incomprensible, no reside ya únicamente en los lectores sino que parece haberse asentado también entre periodistas. Y no hablo de lo que estos, como usuarios de redes (sobre todo Twitter), publican en ellas. Sino de cómo medios y periodistas contribuyen a esa confusión en sus vanos intentos por acercar la producción periodística a la inmediatez que caracteriza el fluir de la información en redes sociales.

Escribía al respecto Arcadi Espada, unos días después del ataque de Las Ramblas, en su columna de El Mundo, titulada de forma acertada En directo, el caos, donde relataba su intento por informarse sobre el atentado a través de redes sociales y páginas web:

Durante las tres horas que duró mi experiencia naufragué en cinco importantes lagunas de desinformación. 1. La participación de un Oukabir en el atentado. 2. La explosión de gas en Alcanar. 3. El coche que se saltó un control policial en la Diagonal y donde apareció un hombre apuñalado. 4. La toma de rehenes en un bar de Barcelona. 5. La inminencia de otros ataques en la ciudad. Decenas de informaciones contradictorias sobre esos cinco vertebrales asuntos fueron apareciendo sin pudor alguno en las webs. Aclaro: en las webs gestionadas por compañías de noticias y no en la conversación multitudinaria organizada por compañías gestoras del entretenimiento, Facebook, Twitter, Instagram, etc. Entre las más celebradas diversiones sociales está el parloteo especulativo en torno de los sucesos importantes. El parloteo ha recorrido un enorme kilometraje desde la prehistórica ceremonia del despioje a la que fue sustituyendo conforme avanzaba la higiene y la limpieza. El mecanismo digital lo ha elevado ahora a lo sublime.

(…)

Comprendo la actitud de las compañías de noticias. ¿Si Twitter y Facebook les roban las noticias por qué no irían ellos a arrancarles parte del parloteo? Pero así han convertido al periodismo digital en un oxímoron. El atentado en directo nada tiene que ver con la información, sino con la ansiedad.

No se trata solo de una carrera -contra Twitter y Facebook- que no podemos ganar, y de que acrecentamos la confusión sobre la naturaleza del contenido que producimos. Sino que sumergidos en la carrera, desvirtuamos de paso el trabajo periodístico, sus límites y alcances, lo que nos hace caer en errores que serían evitables si tan solo nos detuviéramos un momento para realizar la función más básica que debe llevar a cabo un periodista: la verificación.

Pero, además, esa fijación con las redes sociales nos hace olvidar otro elemento estructural del oficio, igual de importante que la verificación.

En un artículo para Slate acerca del error cometido por varios medios al no publicar las fotos de Aylan, el periodista Justin Peters explicaba así el supuesto conflicto entre compasión y voyeurismo que plantea la publicación de imágenes violentas:

El periodismo es inherentemente voyeurístico. Periodismo es el acto de descubrir y mostrar al mundo historias que, de otro modo, permanecerían escondidas. El mejor periodismo combina compasión y voyeurismo. Expone verdades ocultas y luego convence a la gente de que las encare. La tendencia en medios a higienizar y censurar imágenes desagradables puede servir para camuflar -y hasta cierto punto aprobar- los hechos y políticas desagradables que las producen.

Me interesa esa línea que he marcado en negritas. La frase que usa Peters en inglés es «convinces people to face them». La traducción es literal, no admite error. «Convence a la gente de que las encare». Me interesa ese convence.

Ahí, creo, reside la clave del problema y el principio de la solución. El fracaso radica en la incapacidad de periodistas y medios para explicar las decisiones que tomamos. Y a través de esa explicación convencer a nuestros lectores (o audiencia, si prefieren) de la pertinencia y buena fe de nuestro trabajo. Hace tiempo ya que los periodistas hemos perdido el beneficio de la duda de cara a nuestra audiencia. La sospecha es hoy la norma, la presunción de mala fe lo habitual. Y no podemos cerrar los ojos ante ello. Ni limitarnos a dar lecciones de deontología periodística a nuestra audiencia.

Existe hoy un consenso aceptado por buena parte de nuestros lectores según el cual la publicación de imágenes violentas responde a un intento por explotar el morbo y obtener beneficios económicos. Como decía antes, cualquiera que haya trabajado en una redacción sabe que eso no es así. Por supuesto, hay medios que viven de esa explotación, pero son una pequeña minoría.

Podemos, si queremos, seguir gritando nosotros también en redes sociales y atizando a nuestros lectores, burlándonos de su supuesta cobardía o su ceguera voluntaria. Pero si nuestro trabajo es comunicar, ¿cómo es posible que a estas alturas no seamos capaces de comunicar o explicar las razones que hay detrás de decisiones que afectan de manera tan obvia la sensibilidad de nuestros lectores? Y no me refiero a un pliego explicatorio. Me refiero a que el propio texto o construcción narrativa explique o exponga la necesidad y pertinencia del recurso elegido.

Me refiero a la necesidad del contexto.

En ese inútil afán por imitar el vértigo de las redes sociales, la prensa ha olvidado que no existe periodismo sin contexto. Y que, por el contrario, las redes sociales son precisamente el terreno donde campa a su anchas la ausencia de contexto.

Con el ejemplo siguiente termino. A veces la realidad tiene estas cosas, nos coloca delante y casi al mismo tiempo las respuestas que buscamos. Solo hace falta estar atento, querer encontrarlas.

Unos días antes del atentado en Barcelona, la ciudad de Charlottesville (Virginia, Estados Unidos), fue escenario de una violenta manifestación de supremacistas blancos o neonazis, que salieron a la calle empuñando antorchas, armas y cánticos racistas.

Todos los medios americanos realizaron una extensa y profunda cobertura de lo ocurrido durante el fin de semana del 11 al 13 de agosto. Páginas webs y redes sociales -también la televisión- se llenaron de imágenes que mostraban el horror y la violencia de la manifestación neonazi que aterrorizó a esa tranquila ciudad universitaria.

Por ejemplo, este es el momento exacto en que un estupendo reportaje realizado por Elle Reeve y el equipo de Vice News Tonight muestra al neonazi James Alex Fields Jr lanzando su Dodge Challenger contra una multitud de manifestantes antifascistas:

En los segundos siguientes, el documental muestra no solo imágenes tremendas de cuerpos regados en la calle, heridos ensangrentados, una toma aérea en cámara lenta del momento del impacto, sino también, en dos planos distintos, el cuerpo inmóvil de Heather D. Heyer, la única víctima mortal, recibiendo primeros auxilios. Además, la reportera Reeve le pone delante la cámara a varios fascistas armados hasta los dientes, que le escupen su odio y violencia sin filtro. Vice News publicó el documental el lunes 14, al día siguiente de que concluyeran los disturbios de Charlottesville, dos días después del asesinato de Heather D. Heyer, cuatro días antes del atentado de Barcelona. Si no lo han hecho ya, vean por favor todo el reportaje. Es una verdadera joya.

Las imágenes de Charlottesvile rebotaron en todo el mundo. Incluso la página web del diario 20 Minutos de España publicó uno de los muchos videos que circularon en redes sociales del atropello en Charlottesville. De hecho, la nota publicada por 20 Minutos describe el video así: «Imágenes impactantes grabadas por un manifestante donde se ve cómo un vehículo llega a toda velocidad por una calle de Charlottesville y embiste a decenas de manifestantes que protestaban contra la marcha supremacista. Posteriormente, y tras dejar varias víctimas, da marcha atrás y huye de la escena del atropello».

Aun cuando días después, ante lo ocurrido en Barcelona, el director de 20 Minutos dijera esto en Twitter:

Además de las imágenes mostradas en ese documental, y repetidas mil veces por cadenas de televisión y páginas web de todo el mundo, hay varias fotografías publicadas que muestran la violencia que se vivió en Charlottesville. La más famosa es esta, obra del fotógrafo Ryan M. Kelly:

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Ryan M. Kelly. The Daily Progress

La imagen que «definirá este momento de la historia americana», en palabras de Alyssa Rosenberg, periodista de The Washington Post. Si quieren saber algo más sobre Kelly y su foto, les recomiendo este artículo publicado en el Columbia Journalism Review.

¿Cuál es la diferencia entre las imágenes que supuestamente faltan el respeto a las víctimas de Barcelona y el video y fotos de ese Dodge Challenger haciendo saltar por los aires a los manifestantes antifascistas de Charlottesville? ¿Es acaso Charlottesville un conflicto acallado, de un pueblo sin medios y olvidado como se ha dicho de la Guerra siria de la que huían Aylan y su familia?

He buscado en la web respuestas airadas y acusaciones dirigidas a la prensa que publicó las imágenes de Charlottesville. No solo seguí durante esos tres días lo que ocurría en Charlottesville a través de varias páginas web y diferentes cuentas de redes sociales, sino que he hurgado en Twitter, Facebook y secciones de comentarios en busca de respuestas furiosas y acusaciones hacia la prensa.

Casi no he encontrado nada. Hasta donde he podido ver no ha habido mayores quejas por la publicación de las imágenes de Charlottesville. De hecho, la pieza documental de Elle Reeve para Vice News, que según la propia organización había sido vista más de 36 millones de veces cuatro días después de publicada, ha sido elogiada de manera unánime. Más allá de algunos reclamos aislados, algún comentario y tuit suelto, no he encontrado nada comparable a la avalancha de tuits y mensajes de protesta que suscitó la cobertura de los atentados de Barcelona.

Nada que pudiera siquiera acercarse a ese consenso iracundo del que hablaba Piqué en su artículo de El Nacional y que hizo que el Colegio de Periodistas de Cataluña recuerde a los medios en un tuit que «existen líneas rojas»:

En el artículo linkado el Colegio de Periodistas catalán hace referencia a sus propias Recomendaciones para la cobertura informativa de actos terroristas, un documento donde puede leerse lo siguiente:

El nivell de duresa o d’impacte de les imatges que s’emetin ha d’estar justificat editorialment. La decisió sobre quines imatges s’emeten i quines es descarten correspon al responsable editorial de cada mitjà, en funció de la cruesa i de la morbositat de les imatges i de si aporten elements informatius rellevants o no. La ciutadania té dret a ser informada, però també té dret a no accedir a continguts audiovisuals violents d’un acte terrorista.

El Colegio de Periodistas catalán, si bien reconoce a los responsables editoriales de los medios la potestad para decidir sobre qué imágenes se publican o no, introduce un extraño y novedoso derecho que los medios deberían respetar: «La ciudadanía tiene derecho a ser informada, pero tiene también derecho a no acceder a contenidos audiovisuales violentos de un acto terrorista». No sé ustedes, pero en más de quince años trabajando como periodista en dos continentes yo jamás había escuchado nada acerca de ese derecho.

Me parecen mucho más útiles y menos confusas las recomendaciones que ofrecieron Al Tompkins y Kelly McBride, del Poynter Institute for Media Studies, en un artículo titulado How journalists should handle racist words, images and violence in Charlottesville:

Aporta contexto a los videos e imágenes que selecciones. Tu primer deber es explicar lo ocurrido. Escoge imágenes que reflejen de manera rigurosa los eventos según se desarrollaron. Si vemos, leemos o escuchamos la cobertura que has realizado, ¿sabremos cómo empezó la violencia? ¿Sabremos cuánta violencia hubo?

La negrita es mía.

Podemos, si desean, seguir señalando las patas cojas en los argumentos de aquellos -muchos periodistas incluso- que establecen diferencias entre la fotografía de Aylan y las de los atentados de Barcelona, pero se quedan mudos ante -o incluso celebran- la publicación de imágenes de Charlottesville. Y podemos también cerrar los ojos ante la sospecha y desconfianza que caracteriza nuestra relación con los lectores.

Sin embargo, creo que casi 5000 palabras después la lección está más o menos clara. Como escribía la crítico de televisión de The Philadelphia Inquirer, Ellen Gray, a propósito del documental de Vice News: «El contexto es todo en una pieza como esta». Permítanme ampliar esa reflexión. El contexto es -junto a la verificación- todo siempre que hablamos de periodismo.

El contexto y la verificación son el plato que, como periodistas, nos toca poner sobre la mesa. Si seguimos olvidándonos de ellos, no nos sorprendamos luego cuando dejen de invitarnos a la fiesta.

La incisiva y demoledora paciencia de Ryan Lizza

La noche del miércoles 26 de julio, el periodista Ryan Lizza, corresponsal en Washington D.C. de la revista The New Yorker, recibió una sorpresiva llamada. Al otro lado del celular se encontraba Anthony Scaramucci.

Como todos los que siguen la política norteamericana y los cada vez más abundantes y frecuentes escándalos de la presidencia Trump sabrán, el señor Scaramucci fue durante un brevísimo periodo -del 21 de julio al 31 de julio- el Director de Comunicaciones de la Casa Blanca.

Scaramucci, conocido en el mundillo financiero de Wall Street como ‘Mooch’, es famoso entre la élite norteamericana por su estilo ampuloso, el cabello engominado, sus caros trajes a medida y los apretados nudos de sus corbatas. Como si cada detalle de su look y cada gesto fueran un homenaje a Gordon Gekko, el operador de bolsa que Michael Douglas interpretó en Wall Street y personificó los excesos del yuppismo de los años 80.

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Imagen con que The New Yorker ilustró el artículo de Ryan Lizza

Unas horas antes de la ahora famosa llamada, el reportero de The New Yorker había tuiteado que, según dos fuentes con conocimiento del hecho, el presidente Trump estaba cenando con Scaramucci, un ex ejecutivo de Fox News y Sean Hannity, presentador estrella del canal favorito de los conservadores norteamericanos.

A Mooch el tuit no le hizo ninguna gracia.

Así relata Lizza el inicio de la conversación con Scaramucci:

«¿Quién te filtró eso?», me preguntó. Le dije que no podía darle esa información. Me respondió amenazando con despedir a todo el personal de comunicaciones de la Casa Blanca. «Lo que voy a hacer es, voy a eliminar a todos en el equipo de comunicaciones y empezar de cero», dijo. Me reí, pensando si en realidad creía que una amenaza como esa iba a convencer a un periodista de revelar su fuente. Continuó presionándome y quejándose del equipo de gente que había heredado en su nuevo puesto. «Le he pedido a estos chicos que no filtren nada y no pueden comportarse», dijo. «Tú eres un patriota, esta es una catástrofe seria para el país americano. Así que te estoy pidiendo como patriota americano me digas quién te filtró la información».

A partir de ahí, el tono del monólogo de Mooch siguió subiendo, o cayendo, depende de cómo lo mire uno. Esta es solo una selección de las citas que Ryan Lizza obtuvo, cortesía de Scaramucci:

«Yo no soy Steve Bannon [el todopoderoso asesor del Presidente Trump], no estoy intentando chuparme mi propio pene. No estoy intentando construir mi propia marca a costa de la puta fortaleza del Presidente. Yo estoy aquí para servir al país»

«Lo que quiero hacer es matar a los putos filtradores, y quiero recuperar y poner la agenda del Presidente en marcha para así poder tener éxito por el pueblo americano»

«Ok, Mooch llegó hace una semana. Voy a limpiar todo esto muy rápidamente, ¿ok? Porque ya pillé a estos tipos. Tengo huellas digitales, a través del FBI y el puto Departamento de Justicia, de todo lo que han hecho»

«Voy a despedir a todos. Ya despedí a uno el otro día. Mañana despediré a tres o cuatro más. Voy a averiguar quién te filtró eso. A Reince Priebus -por si quieres filtrar algo- se le pedirá que renuncie muy pronto»

«Reince es un puto esquizofrénico paranoide, un paranoico»

«Sí, déjame ir, porque tengo que empezar a tuitear alguna mierda que vuelva loco a este tipo [en alusión a Priebus]»

En efecto, luego de colgar el teléfono con Lizza, Scaramucci lanzó un tuit acusando a su rival en la Casa Blanca, Reince Priebus, de filtrar su declaración financiera y amenazándolo con llevarlo ante el FBI y el Departamento de Justicia:

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«A la luz de la filtración de mi declaración financiera, lo que constituye un delito. Me contactaré con el FBI y el Departamento de Justicia #swamp @Reince45»

Un par de horas después, Mooch borró el tuit y publicó otro en el que señalaba que se le había malinterpretado. No estaba acusando y amenazando a Priebus, sino haciendo saber a los responsables de las filtraciones que todos los altos oficiales de la Casa Blanca estaban colaborando para acabar con ellas:

Ambos tuits se hicieron virales y se convirtieron en la comidilla de los periodistas políticos americanos, que pasaron buena parte de la noche discutiendo en Twitter y en televisión lo dicho por el Director de Comunicaciones de la Casa Blanca. Todos, menos uno.

Lo único que Lizza dijo esa noche sobre el escándalo desatado por Mooch en Twitter que podía indicar que tenía más información que la disponible para el resto de sus colegas fue esto:

«Por si hay alguna ambigüedad en el tuit de Scaramucci, puedo confirmar que este quiere que el FBI investigue a Reince for la filtración»

Nada más.

A la mañana siguiente, Lizza apareció en CNN, donde es colaborador habitual, para comentar el Twitter drama de Scaramucci. Mientras hablaba el reportero de The New Yorker, Mooch volvió a hacer gala de su incontinencia telefónica y llamó al programa. Así lo cuenta Lizza:

«Mientras hablaba sobre Scaramucci, llamó al programa e hizo alusión a nuestra conversación y cambió su historia sobre Priebus. En lugar de decir que estaba intentando exponer a Priebus como responsable de las filtraciones, dijo que la razón por la que lo mencionó en el tuit que luego borró fue porque quería trabajar junto a Priebus para descubrir a los filtradores»

A las 7:47 am, el reportero anunció en Twitter que publicaría una nota en newyorker.com acerca de lo ocurrido en las últimas 12 horas:

La nota con la que empecé este post no se publicó hasta poco antes de las 4:00 pm. Fue recién entonces que todos pudimos enterarnos de la encendida conversación que el periodista había mantenido con Anthony Scaramucci, Director de Comunicaciones de la Casa Blanca, la noche anterior.

O sea, casi 24 horas después. Fue recién ahí que todos pudimos leer las «floridas» declaraciones de Scaramucci, que cuatro días después le costarían el puesto.

¿Qué es lo que hizo que Lizza aguardara casi un día para revelar la bomba que tenía entre manos?

Hay dos líneas en su texto que nos dan una idea. Luego de la cita sobre Steve Bannon, recordemos, aquella en la que Mooch habla de autofelación, Lizza escribe, entre paréntesis: «Bannon declined to comment». (Bannon rehusó comentar)

Un par de párrafos antes, luego de reproducir la diatriba de Scaramucci acerca de su némesis Reince Priebus, el reportero de The New Yorker escribe, de nuevo entre paréntesis: «Priebus did not respond to a request for comment». (Priebus no respondió a una solicitud de réplica)

En estos tiempos de redes sociales y ciclo noticioso minuto a minuto, cualquier otro periodista habría tuiteado de inmediato para aprovechar la exclusiva. O, en el mejor de los casos, hubiera tardado unos cuantos minutos en escribir un artículo a toda prisa para publicarlo cuanto antes.

Sobre todo si tiene entre manos unas declaraciones así de explosivas de boca de un oficial del rango del Director de Comunicaciones de la Casa Blanca. Por si tienen alguna duda aún de la magnitud del on-the-record que consiguió Ryan Lizza, echen un vistazo a este tuit de David Grann, uno de los periodistas más respetados de The New Yorker:

«Ryan Lizza ha obtenido mejores citas en esa sola historia que las que yo he conseguido en toda una vida como reportero», dijo Grann.

Pero Lizza decidió respetar el proceso. Hizo lo que un reportero debe hacer, aun cuando nos hayamos acostumbrado a que casi nadie lo haga. Llamó a las personas mencionadas y les pidió una réplica. Se sentó, escribió, editó, hizo las llamadas, esperó y casi un día después publicó.

El periodismo, por mucho que les pese a tantos, no se hace en vivo y en directo. El periodismo, hoy muchos olvidan, requiere cuando menos de una pausa para procesar la información y realizar las comprobaciones necesarias.

La paciencia y pulcritud de Lizza (y sus editores) no solo produjo un artículo memorable, sino que tuvo premio para The New Yorker. La nota ha sido un éxito gigantesco para la web de la revista. Aquí unos datos que menciona un artículo del site Recode, facilitados por la oficina de PR de The New Yorker:

  • El artículo de Ryan Lizza generó 4,4 millones de visitantes únicos, lo que la convierte en la nota más leída de la web en lo que va de año.
  • Produjo también 1,7 millones de entradas en las distintas plataformas de redes sociales, y un tráfico de 100 mil visitantes simultáneos durante las primeras horas de su publicación en NewYorker.com.
  • Aún más importante para la revista, cuyo modelo de negocio depende de los suscriptores, el artículo ha atraído nuevos abonados. Aun cuando la publicación no especificará cuántos nuevos suscriptores ha generado el artículo,  sí señala que «han visto un incremento de 92% en el promedio diario de nuevas suscripciones de julio».

Además, como explicaba al inicio, el artículo le costó a Scaramucci el puesto.

Esto último puede, lastimosamente, contribuir a perpetuar un antiguo malentedido del oficio periodístico. Como he dicho ya en alguna ocasión, un error habitual de los periodistas es pensar que su trabajo es poner o quitar presidentes. Ese error nace -o al menos ha sido cimentado- con una pésima lectura e interpretación de ese mito fundacional que es Todos los hombres del presidente.

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Para muchos periodistas -créanme, he discutido sobre este asunto hasta el hartazgo- la lección de esa película es que nuestro oficio tiene el poder, qué digo poder, el deber de tumbarse hombres poderosos. Ese, parecen creer, es nuestro trabajo y a lo que debemos dedicar la mayoría de nuestros esfuerzos. Y, por supuesto, no es así. Hay diferencias importantes entre entender el oficio periodístico como el de un contralor del poder y entenderlo como el de un justiciero. Entre otras, la diferencia que implica respetar el proceso y la ética del oficio o no hacerlo.

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Portada de la primera edición del libro de Bob Woodward y Carl Bernstein

Es una pena que cuando los periodistas ven Todos los hombres del presidente (o leen el libro) lo que les quede es ese relato épico de «oh, dos periodistas se tumbaron al presidente», en lugar de fijarse en el complejo y tedioso proceso de investigación, verificación y edición que muestra la película. Y eso que la película tiene un mérito enorme a la hora de mostrarlo sin aburrir al espectador. Pocas películas son capaces de eso. Otra de las pocas que lo ha logrado fue Spotlight.

Parece que ningún periodista recuerda que Dustin Hoffman (Carl Bernstein) se pasa parte de la película reescribiendo lo que tipea Robert Redford (Bob Woodward), ni que Jason Robards (Ben Bradlee) no deja de repetirle a ambos que lo que tienen es insuficiente y deben seguir investigando.

Está bien que para la gente de a pie la leyenda de Watergate sea sobre cómo el Washington Post y Woodward y Bernstein se tumbaron a Nixon, pero para nosotros la lección debería ser otra.

Ojalá que la lección que saquemos del episodio entre Ryan Lizza y Anthony Scaramucci sea, esta vez, la correcta.

ACTUALIZACIÓN

El 3 de agosto, una semana después de publicar el artículo en el que Ryan Lizza relata su conversación con Anthony Scaramucci, The New Yorker posteó un episodio de su podcast Radio Hour, en el que, además de publicar por primera vez fragmentos del audio de la famosa llamada telefónica, Lizza discute lo ocurrido junto al editor de The New Yorker, David Remnick. Pueden escucharlo aquí.

La mayor parte del diálogo con Remnick es un análisis sobre lo terriblemente disfuncional que es la Casa Blanca en manos del Presidente Donald Trump. Pero en la charla Lizza también explica de forma breve qué hizo una vez colgó el teléfono con Scaramucci, así como una parte del proceso de confección de su artículo. Habla además de lo que significa un «off the record«. Es una delicia, en serio:

«Descargué el audio de mi grabadora, le puse al archivo en mi computadora el nombre ‘Entrevista demente con Scaramucci’, y después comencé a pensar seriamente cuál era el valor noticioso aquí. Si había algunas reglas básicas acordadas. Cuando uno tiene una conversación así con el Director de Comunicaciones de la Casa Blanca, se acuerdan unas reglas. Pero no hubo ningún acuerdo. El ‘off the record‘ y el ‘esto es información de contexto, no me puedes citar directamente’ (background) son negociaciones entre la fuente y el periodista. Tiene que haber una oferta, ‘hey, quiero hablar contigo pero debe ser off the record, ¿te parece bien?’, y el periodista debe estar de acuerdo. Eso no ocurrió aquí. Y se lo dije, al día siguiente cuando lo llamé para decirle que íbamos a publicar esto, le dije ‘tú hablas en representación de la institución más poderosa del mundo, estas conversaciones se presume que son on the record, y has dicho cosas extremadamente relevantes desde el punto de vista noticioso'»

Me voy a quedar con este fragmento, que explica con un poder de síntesis estupendo cuándo aplica y cuándo no el muchas veces malentendido off the record:

El ‘off the record’ y el ‘esto es información de contexto, no me puedes citar directamente’ (background) son negociaciones entre la fuente y el periodista.

ACTUALIZACIÓN

El domingo 6 de agosto, la columna The Ethicist de The New York Times traía unas cuantas líneas que creo sirven como corolario perfecto a esta historia. Kwame Anthony Appiah, responsable de la columna, respondía a un(a) estudiante que preguntaba si, debido a su condición de víctima de violación, debía aceptar una oportunidad de trabajo en Ruanda para investigar las consecuencias de la violencia sexual de comienzo del genocidio de 1994.

«Es una oportunidad increíble -decía el/la estudiante- pero me preocupa que el hecho de ser superviviente de violación cree un sesgo en mi trabajo». Appiah respondía:

«Lo que hace objetiva a la ciencia no es la objetividad de los científicos. Son los procedimientos de recolección, interpretación y cuestionamiento de datos y teorías producidos por seres humanos falibles».

Lo mismo puede decirse del periodismo. Y ahí es que radica la importancia de respetar el proceso, el método. Como hizo Ryan Lizza.

Hat tip a Arcadi Espada que vio y llamó la atención sobre esas líneas de Kwame Anthony Appiah en su blog de El Mundo.

P.D.: Intenté comunicarme con Lizza para preguntarle por qué había aguardado casi un día para publicar su exclusiva y para consultarle por el proceso de escritura, verificación y edición de su artículo. Lastimosamente no obtuve respuesta.

P.D. 2: En realidad, como he intentado explicar en este artículo, todo lo que uno puede aprender está ya en la nota del 27 de julio, disponible para todo aquel que quiera leer con atención.